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Pagar con ceros a la derecha

29/07/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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El anuncio de que se me conceden unas semanas de liberación escribidora me fuerza a dar espacio, en esta última colaboración antes del paro, a un asunto que tenía en lista de espera, pero que era importante que viera la luz. Sobre todo porque me parece que en las cuentas de nuestras diócesis es un deber hacia ellas y ellos. Se lo pagamos, aquí y ahora, y tristemente con céntimos, cuando se necesitarían muchos ceros (de Gracia y de Paz, no vayan a pensar en pagano) a la derecha.

Es el anuncio de cierre del centro que la Congregación del Amor Misericordioso sostenía en La Nora del Río, al sur de La Bañeza (en los últimos años con la conciencia de estar ‘en capilla’). Eran varias las circunstancias, también de varios tipos, las que barruntaban este momento. Los medios de comunicación han hablado de que el próximo curso, después de 43 años de existencia, no abrirá sus puertas el Colegio-Internado que allí sobrevivía. Uno reacciona con pena; de tejas abajo, porque, donde de verdad está escrita la historia, las cosas tendrán con toda seguridad otro cariz. Dicho quede ante lo que no volverá, pero dicho sea con gratitud y admiración. Y con esperanza (¿tendrá algo que ver con que la fundadora de los Hijos y las Esclavas del Amor Misericordioso haya sido una sorprendente beata murciana llamada precisamente Madre Esperanza?). Y con el deseo de que, con la fórmula que sea, no nos abandonen sus carismas (en Astorga saben mucho de lo que estos aportan a la vida eclesial y ciudadana, y también en León, donde el Instituto tuvo casa abierta en La Virgen del Camino y encomiendas en algunas parroquias): la sonrisa permanente de sus hombres y mujeres (hagan memoria y no podrán discutírmelo), la exquisita disposición de acogida que hacía honor a su nombre propio (¡tantos podemos dar fe de ello!), la humildad con que a manos llenas ofrecían servicios, consejos y correcciones fraternas (‘rara avis’ en una cultura en la que todos estamos pagados de nuestra dignidad, de nuestros derechos y de nuestras valías) y el sentido sobrenatural de las cosas que les facilitaba tener siempre la sesera y el miocardio abiertos para entender el día a día a la luz de la ternura de Dios, que los alejaba de un fatalismo, que es pariente cercano de la pereza y de la comodidad (términos que nunca estuvieron en el diccionario de estos hombres y mujeres, inclusive en los mediodías más tórridos del sur de la provincia). Que todo el bien que han hecho Dios se lo pague. Con su Amor Misericordioso. ¿Podría ser de otro modo?
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