21/12/2019
 Actualizado a 21/12/2019
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Toda historia contada o por contar establece un contrato tácito entre los dos seres que habitan en ambas orillas: autor y lector. Cuando tomamos un libro en nuestras manos nos sometemos sin pensarlo a ese acuerdo implícito, deseosos de habitar por unas horas un universo paralelo que acaso podría haber sido el nuestro. Pero la imaginación es tan poderosa que, si ansiamos de verdad sentir una realidad distinta basta con proyectarla en nuestra mente. El poder de la literatura es la imaginación.

También hay una época del año en que la ficción se desdobla y deja de pertenecerle en exclusiva al arte, no hay mayor ficción compartida que la Navidad. Mito o confabulación, el mundo occidental conspira unido e ilumina abetos, propone guirnaldas, enciende chimeneas y grita ‘¡Hou, hou, hou!’ El universo entero sonríe y cascabelea. Los medios, los libros, los anuncios y un señor en la radio anuncian la llegada de Papá Noel, de los Reyes Magos, del hombre calvo de la lotería. El espumillón ha tomado las calles. Queda oficialmente inaugurado a toda luz el Reino del Villancico: Irving Berlin nos saluda y también lo hace el turrón de chocolate. Pueblos y ciudades se rinden envueltos para regalo. Bing Crosby vive en cada esfera de colores y su voz encapsulada (¡siempre será ‘White Christmas!) nos convierten en carne de nostalgia.

Abrazos mañaneros, mimos de esos niños que, afortunados, creen en la magia con los ojos abiertos y ven aterrizar en su vida a Nancy o a un helicóptero teledirigido… Ojalá pidiesen más libros. Ojalá todos leyésemos estos días algún cuento de Navidad, nos haría más felices. ¿La Navidad es puro cuento? Tal vez sea un cuento en sí misma. En todo caso, la Navidad sigue siendo Magia en sonrisas y lágrimas.

Hace unos días un amigo poeta me recordaba unos versos del gran Ángel González: «Yo sé que existo/ porque tú me imaginas». Ahora les estoy viendo, con los ojos cerrados. Feliz Navidad.
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