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Pablo cuenta inmigrantes

20/09/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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¿Sabían que Escobar de Campos es el municipio leonés menos poblado? ¿O qué Castilfalé y Valdemora no llegan al centenar de empadronados? Si agregamos los datos de estos tres núcleos a los de Fuentes de Carbajal, San Adrián del Valle, Villabraz, Castrotierra de Valmadrigal y Reyero sumamos exactamente setecientos cincuenta y nueve vecinos, la capacidad media de un bloque de viviendas en Carabanchel para entendernos. Les cuento esto porque cada domingo que vuelvo a Madrid en el Intercity de la tarde veo a Pablo Martín, trabajador de Renfe, contar unos billetes de tren que para mí son la metáfora perfecta de una provincia que se desangra sin que nadie lo remedie. Según datos oficiales de 2014 en nuestro territorio habitan 484.694 personas, la República Árabe Saharaui tiene censados a medio millón de los suyos. Respecto a 2010 hemos perdido 14.590 efectivos aunque según dicen los expertos nuestro debilitamiento demográfico comenzó a ser tendencia en los noventa. Desde principios de este siglo solo crecen, y más bien poco, Villaquilambre, San Andrés del Rabanedo y Ponferrada, sorprende que el mismo periodo la capital del Viejo Reino haya perdido más de siete mil residentes, aquí no hay quien viva señores. ¿Qué está pasando? ¿De quéhuimos los cazurros?Leí esta semana una surrealista tribuna en ABC, firmada por el ensayista Antonio Rodríguez, que decía algo así «instalando aduanas en Toro y Puebla de Sanabria seríamos la nueva Dinamarca: las pensiones aumentarán, el paro se acabará y tendremos todos los leoneses una renta básica universal de, como mínimo, 2.000 euros al mes». No se hagan ilusiones, la pieza solo servía para desmontar el mantra catalán del «Espanya ens roba». Sin embargo Pablo, el protagonista de esta columna, cuenta inmigrantes porque nuestras infraestructuras (estación, aeropuerto y autovías) nos sirven únicamente para salir y nunca más volver, al menos entre semana. Huimos de las eternas prácticas, de la becas mal pagadas, de la utopía mileurista, de empresarios tiranos, de vivir en casa de los viejos llegando a la treintena, de los mismos bares del Húmedo, de los políticos sin ideas, de los tranvías que nunca llegan, de los palacios sin congresos, de un campo que se marchita, de una leche que no se ordeña, de una mina que se cierra, de nosotros mismos al fin y al cabo. Es difícil calcular la pérdida neta anual pero yo diría que ronda los tres mil habitantes, así que hagan cuentas queridos lectores y multipliquen por los años que nos quedan para regresar al futuro, o al pasado que ya me lío.
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