Pablo Andrés Escapa: "Las certezas carecen de interés como materia literaria"

‘Fábrica de prodigios’ es la nueva incursión del autor leonés en el cuento, del que se ha convertido en uno de los referentes del panorama nacional

Joaquín Revuelta
16/02/2019
 Actualizado a 13/09/2019
El escritor leonés Pablo Andrés Escapa. | ISABEL WAGEMANN
El escritor leonés Pablo Andrés Escapa. | ISABEL WAGEMANN
La aventura inesperada y la gran perplejidad recorren las páginas del nuevo libro de Pablo Andrés Escapa, ‘Fábrica de prodigios’ (Páginas de Espuma), que se encuentra en las librerías desde el pasado miércoles y que tendrá su presentación en León el próximo 29 de marzo en la librería Alejandría. «Tres historias  extraordinarias que, en un juego narrativo sorprendente, llevan a sus propios protagonistas a reescribir lo sucedido para comprender la realidad. Tres relatos intensos, construidos con un pulso magistral donde la ironía y la inquietud, la reflexión y lo imprevisto se entrecruzan para ofrecer al lector una fábula esencial: la literatura como remedio frente a las insuficiencias de la vida», destaca la editorial Páginas de Espuma de su nueva colaboración con el escritor leonés.    

– Con tres libros de cuentos ya publicados y este cuarto que ahora ve la luz se ha convertido en uno de los referentes nacionales y en una de las voces más personales de este género en opinión de la crítica. ¿Qué le aporta el cuento como escritor y qué cree que ha sido su principal contribución al mismo?
– El cuento es la forma literaria en la que mejor me reconozco como escritor, pero también como lector. En ambos terrenos yo aprecio, por encima de otros efectos, la intensidad y la tensión narrativas, la concisión expresiva y la capacidad de sugerencia, un margen para la experimentación menos forzado que en otros géneros y la posibilidad de profundizar en la función poética del lenguaje de un modo más natural que en las demás formas de prosa. Respecto a mi contribución a este género no creo que deba ser yo quien la juzgue.

– El circo y el cine viven hoy una decadencia que en mi opinión parece irreversible. Ambos espectáculos han protagonizado dos de sus publicaciones, ‘Gran Circo Mundial’ y ‘Cercano Oeste’, que además apenas se distancian un año. ¿Todo ese mundo perdido o condenado a desaparecer le interesa como escritor?
– Mucho. La literatura implica, entre otras cosas, una voluntad de rescate, un compromiso con acontecimientos que podrían perder su voz si no se renuevan. Cuando ese ejercicio de memoria y recreación es afortunado, lo que el arte puede ofrecer llega a convertirse en una realidad recuperada que suplanta al referente o le confiere un sentido distinto, acaso más valioso. El western, por ejemplo, es menos un género histórico que la construcción de un mito; un mito, por lo demás, mejor avenido con el poema épico que con la historiografía.    
   
– La irrupción de lo insólito en la cotidianidad es un aspecto presente en sus libros y en especial en ‘Fábrica de prodigios’. ¿Es algo que también encuentra en el mundo real o solo vive en su imaginación de escritor?
– Yo diría que las certezas carecen de interés como materia literaria. Fabular sobre la posibilidad, sobre el misterio, sobre la sospecha de que algo prodigioso late tras las apariencias, permite que la escritura se convierta también en una indagación que pone de manifiesto las complejidades de la realidad. La Literatura puede hacerlo de manera más penetrante que otras artes y, a través de ese ejercicio, puede también enriquecer la existencia dotándola de una dimensión fabulosa que raramente se percibe si no es con la ayuda de la ficción. Por otra parte, evitar lo obvio es una actitud en la vida, no solo una de las posibles maneras de abordar la escritura.  
     
– ¿Qué papel juegan los recuerdos en sus historias?  
– Imaginación y memoria van de la mano a la hora de escribir, pero no me gusta que lo biográfico condicione el vuelo de la imaginación. Si uno escribe es para trascender la propia existencia.
   
– ¿Perfilar personajes se le da bien o pone más interés en las tramas?  
– Por lo general nunca sé adónde va a desembocar lo que escribo, lo cual es tanto como decir que la trama se va alimentando de la propia escritura. Los personajes se me aparecen de modo más inmediato y en la medida en que los imagino y los comprendo las posibilidades de la trama se van acomodando a su personalidad, es decir, a lo que tal o cual personaje, con lo que sabemos de él hasta ese momento, sería lógico que hiciera. Que hiciera y que dijera, porque los personajes implican también un determinado registro verbal. Las tramas, la verdad, me importan menos que las ambientaciones o que la caracterización.    

– ¿El cuento se ha convertido en una zona de confort o sigue siendo un enorme reto como creador?
– La comodidad y la literatura me parecen incompatibles. No concibo una escritura que no sea exigente o que no demande en cada intento lo mejor que uno pueda poner en el empeño.  

– ¿De qué manera su trabajo en la Biblioteca del Palacio Real ha cambiado su relación con la literatura?  
– La familiaridad con los libros me ha permitido no pocas veces convertirlos en materia de ficción. Lo he hecho inventando títulos, citando pasajes inexistentes, atribuyendo a los personajes lecturas de obras que no se escribieron pero que tienen un referente real que yo he podido ver en esta biblioteca. Y al hacerlo, me he sentido parte de una tradición en la que el libro es un protagonista de la fábula tan decisivo como el personaje que recurre a él en la fábula. Creo que esas licencias serían menos espontáneas de no trabajar a diario con un fondo bibliográfico histórico.  
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