Oville, el teleclub que nos une

Esta pequeña localidad celebró este sábado los 25 años de la apertura del teleclub

Fulgencio Fernández
07/10/2018
 Actualizado a 19/09/2019
La mesa presidencial fue un homenaje a los mayores de Oville, con Jeromo, Enma, Honorina, Paulino, Caridad y Luisa... 550 años. | MAURICIO PEÑA
La mesa presidencial fue un homenaje a los mayores de Oville, con Jeromo, Enma, Honorina, Paulino, Caridad y Luisa... 550 años. | MAURICIO PEÑA
Presiden la comida los más viejos del lugar: Enma, Honorina, Paulina, Caridad y Luisa, después llega Jeromo... en total más de 550 años calculan sus paisanos, que da una media de más de 90 años. Y para ellos, «nuestros jóvenes», es el aplauso más cerrado de la jornada cuando lo pide Moreno, el vecino que conduce el acto.

El acto es en Oville. Y no es uno cualquiera, celebran el 25 aniversario de la apertura del Tele Club, que vino a convertirse en el gran responsable que «siga habiendo vida comunal y vecindad en este pueblo», en palabras del profesor Carlos Morán: «Somos un pueblo que está en una calle y si no existiera el tele club pasarían los días sin vernos».

El domingo se celebra con excelentes tapas, que cada semana se cocinan en una de las casas del pueblo Que los ancianos presidan no es ‘asunto menor’, es un reconocimiento y una forma de organizarse, como en los viejos concejos, como en los pueblos que respetan sus tradiciones. Y respetándolas nació hace 25 años este teleclub, esta forma de vida. No hay más que mirar para los cuadros colgados en este edificio que habían sido las viejas escuelas, cerradas en los años 70, y restaurado en 1992. En uno de ellos están las anotaciones de cómo fue posible aquella costosa restauración: Subvenciones de instituciones (Iryda, Diputación, Ayuntamiento...), ayudas de benefactores (Juan Díez Guisasola, aluminios Jandri...) y, sobre todo, jornadas hechas por los vecinos en las hacenderas para las obras: Paulino Morán, el que más hizo, con 66; Jerónimo Morán, 65... y así sucesivamente. Y todo huele más a concejo, a reunión de pueblo, cuando entre las aportaciones aparecen algunas tan de fin de hacendera como: Casa Blas de Boñar: un garrafón de vino, ¡cómo debe ser!, como siempre ha sido en estas tierras.

- ¿Cuántos vecinos quedan aquí en invierno?
- Casas abiertas unas tres o cuatro.
- Pues sois más de ochenta.
- Pero todos son del pueblo o descienden de él, han venido desde León, Asturias... para estar el teleclub.
- Pero estando sólo unos pocos en invierno, ¿seguís celebrando las comidas mensuales?
- Por supuesto. Todos los meses desde hace 25 años, no creo que haya otro pueblo en la provincia que ocurra una cosa así.

Quien lo cuenta, muy orgulloso y con razón, es Santiago Morán, presidente de la Asociación La Gorgorita (nombre de una fuente de riquísima agua) que es la que aglutina a todos estos vecinos y organiza las actividades.

Pero el sistema comunal va mucho más allá de lo formal, de quién se siente en la presidencia... el sistema comunal es el que lo rige todo. La comida de este sábado, por ejemplo, era gratuita. «Se paga con los fondos de la Asociación, del tele club», explica Santiago, que remata: «Y tenemos seis mil euros en el banco».

- ¿Quién os financia?
- El teleclub.

El omnipresente teleclub, el que cumplía 25 años. Funciona como bar pero los camareros no cobran y las ganancias son para el común. «Lo atendemos por el sistema de cuidado del ganado de las antiguas veceras, cada día uno de cada casa; y las ganancias para todos».

Y cuando surge alguna nueva actividad... se acude al mismo método. Moreno, un singular vecino que ha regresado al pueblo e insuflado nuevas ganas de luchar, propuso este año que se pusieran unas buenas tapas los domingos para animar a la clientela. ¿Y cómo se hacen? «Pues cada domingo en una casa».

Muy sencillo. Cuando hay voluntad de que sea sencillo.

En la pared se leenlas jornadas trabajadas por cada vecino y los donativos, como Casa Blas: garrafón de vino Va avanzando la comida. Los más jóvenes de los que han acudido a las bodas de plata del teleclub sirven las mesas. Los más veteranos recuerdan la vida en el pueblo, los avatares de la misma, los duros años de la guerra, los maquis, la posguerra, la pobreza de aquellas tierras, la solidaridad y ese espíritu comunal que se respira y que se confirma en una placa pegada en la iglesia: «El trabajo, la generosidad y la unión de los vecinos de Oville reconstruyeron este templo. 13-9-1982». Pero no es la única obra, después vino el teleclub (1992), después el molino... y tantas cosas, tantas cenas, 300.

A los postres llega el momento de los homenajes, coge el micro Moreno, aunque muchos dicen que él debería estar entre los homenajeados. No nació allí, le acogieron de muy niño, se ganó la vida y no le fue mal en Barcelona y regresó para respirar el aire de su infancia e insuflar muchas ganas de vivir a sus paisanos de Oville. Primero una placa para la primera directiva del teleclub: Jeromo, Santiago, César y Begoña; después algunos regalos, entre ellos el de Concha Puente con un texto significativo: «las cosas se hacen, no se dicen; porque al hacerlas, se dicen solas»; algunas palabras para celebrar 25 años «cenando juntos» y animar a seguir y un poema vendido como anónimo pero que se descubrió que es de Moreno, cuyos últimos versos dicen: «No importa la espalda doblada / importa la vida / y la miel cosechada».
Bien dicho, coño.Y os dejo, que empieza el baile con Pocholo.
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