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Ovejas eléctricas (I): La máquina del tiempo

11/07/2021
 Actualizado a 12/07/2021
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Progresa el verano y, con él, la apetencia de cambiar de aires. Se recela de los desplazamientos de un lugar a otro, por lo que en esta serie estival y despreocupada haremos uno menos imprudente pero más bizarro: un viaje en el tiempo. No al pasado, por supuesto, que está muy sobado y cada día se parece menos a lo que fue, sino al futuro. Cinco de julio de 2121, cien años adelante, por redondear.

La agencia de cronoviajes ‘El dormilón’ me ha proporcionado un guía, por si las paradojas cuánticas o lo que se tercie. Tiene mi aspecto; «yo del futuro» lo llaman, debe de ser para que uno lo aguante mejor. Se equivocan. Nuestra máquina, sea como fuere, nos lleva, por supuesto, a León, que por obra y gracia del apresurado pero discreto movimiento cósmico no está en el mismo lugar aunque sea el mismo sitio. Un León preapocalíptico, como de costumbre.

Nos materializamos en la plaza de Guzmán, pero no está Guzmán. Mi guía me informa de que la estatua fue retirada: elevar un monumento a un tipo que sacrifica a su hijo facilitando incluso el arma homicida fue considerado mal ejemplo para las relaciones paternofiliales e interculturales. La plaza pasó a llamarse ‘del Grial’, con un copón enorme en su centro, pero se consideró una exaltación de la bebida y se cambió a ‘Plaza de si no te gusta León’. En la glorieta se eleva una mano enorme apuntando con el índice hacia la antigua estación del antiguo ferrocarril, visitable previo pago.

La avenida de Ordoño II ha sido cerrada al tránsito de peatones, que deben llegar al centro a través de un viejo aparcamiento de vehículos, ahora paso subterráneo con tarifa plana. La superficie se reserva para el bolo leonés. La progresiva acumulación de cachivaches propició esta nueva atracción turística de pago: el foráneo prueba puntería desde un puesto de lanzamiento en la terraza del antiguo ayuntamiento y es obsequiado con un pisapapeles conmemorativo o la propia figura derribada, a elección. No hay manera de vaciar la calle.

Salimos del subterráneo y en la plaza de Santo Domingo se emplaza un enorme anuncio de ‘Todicaja, el banco sin dinero’. Por otra parte, está todo bastante sucio, pues coincido con la semana de teletrabajo de los basureros. Solo se ve gente anciana o cofradías de jóvenes ebrios, nadie de medianas edades o chavales, que residen en el campo. La ciudad ha pasado a parque temático turístico. De pago. Y de capa caída, eso sí, pues esta temporada se lleva más el formato ‘Viva como un ganadero 4.0’. Las modas.

Tengo ganas de llegar a la Catedral, pero antes dejamos a mano la Casa Botines, que cuenta con canchas de curling, cantina emiratí y pantallas de video-Braille en sus quince sótanos y catorce plantas añadidas. A módicos precios. Por fin llego pero la Catedral no está. La han trasladado a la edición número 76 de Las Edades del Hombre, que se celebra en la ermita de Rodrigatos. Se anuncian visitas guiadas al gran socavón resultante. Previo pago.

Seguirá.
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