13/10/2022
 Actualizado a 13/10/2022
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Tres son multitud; no hay como uno solo llevándose bien; cuanto menos bulto, más claridad... Son solo tres expresiones que me sirven para mostrar habitualmente mi fobia hacia las marabuntas, aglomeraciones de gente o muchedumbres.

Pocas excepciones hago ahora que ni siquiera mi afición a las orquestas consigue atraerme a la abarrotada plaza de algún pueblo para poder disfrutar de su verbena el día de la fiesta. Quizás el día de los carros y los pendones desfilando por el casco histórico de la cuna de la democracia sea uno de esos pocos días en los que merece la pena salir a la calle a pesar de que es necesario armarse de paciencia y valor hasta para pedir una mísera caña en la esquina de una barra.

Y lo cierto es que tampoco me importó acompañar al inmenso rebaño en su careo de San Marcos a San Marcelo aquel 16 de febrero de 2020, cuando nos pusimos León por bandera y dejamos claro nuestro hartazgo por viajar siempre en el vagón de cola. Pese a las imágenes que dejó aquella histórica jornada, llegué a pensar que igual estaba equivocado cuando pensaba que formaba parte de una sociedad lanar que se resignaba a estar integrada mayoritariamente por funcionarios y pensionistas, además de aspirantes a coger su testigo.

Pero lo cierto es que ese pensamiento estuvo marcado por la fugacidad. Al recordar que incluso antes de las protestas todas las administraciones se apresuraron a respaldar la Mesa por León, me di cuenta de que en el fondo eso significaba únicamente el reconocimiento implícito de la responsabilidad compartida en la dramática situación de este nuestro terruño como paso inmediatamente anterior a aplicar la técnica ideal para cuando se quiere aparentar que se hace algo sin hacer nada, es decir, a crear una mesa de trabajo.

Pero nosotros recuperamos nuestro careo hacia la rutina del curro, el paseo y el bar creyendo que nos iban a curar todos los males. Llegó el primer encuentro de la Mesa por León y las imágenes daban la misma sensación de barullo que las de las manifestaciones y me llevaban de nuevo al refranero: con estos mimbres, difícil hacer un cesto y reunión de pastores, oveja muerta.
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