Imagen Juan María García Campal

Otro día de gratitud

22/04/2020
 Actualizado a 22/04/2020
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Hace muchos años, no recuerdo exactamente cuántos, en tal fecha como hoy, escribí unos intimistas renglones cortos (de esos que algunas amistades llaman versos) que comenzaban con la confesión de que «se renueva mi edad en primavera» y se iban entristeciendo hasta terminar con la constatación de que en cada uno de estos entretiempos «se acrecientan pasados y memorias,/ se mengua el camino y crece el paso/ que me conduce a la absoluta nada». Y esto lo escribí siendo aquel día de adultez vivida en circunstancias bien distintas a las de estos últimos cuarenta de limitación de nuestra libertad de circulación y en los que avanzo, lo más sosegadamente posible, en lo que se ha dado en denominar envejecimiento óptimo. Y digo óptimo ya que, por suerte, mantengo una más que razonable funcionalidad física, mental (creo) y social con las que me continúo sintiendo activamente implicado en y con la vida.

Comentando esto con un viejo conocido –amigo, a veces, sí; a veces, no– me refutó que, sin cuestionar aquellos renglones cortos que sabía siento en creciente vigencia y plenitud, estaba seguro de que hoy yo no me daría a ellos, que ni los leería tan siquiera. Que hoy, acaso mientras ustedes esto lean, «Vean lo que son las cosas», yo releeré a Ángel González, festejando y sintiendo cómo –aunque mayor que el poeta cuando publicó ‘Prosemas o menos’– «Ya he celebrado mis bodas de oro con la vida/ y, pese a ello, la amo algunas noches.// ¿No es eso extraordinario».

Y acertó el viejo conocido en el pronóstico y acertó el poeta hasta en la pregunta, pues sí, es extraordinario. Y más, cuando, referida la acción del verbo amar a la vida, ¡casi nada!, me sobra el término ‘algunas’ porque a ella, la vida, yo la amo cada noche, por más que ella se haya, o le haya yo agrisado u oscurecido el día.

Sí, hoy, ahora, mientras ustedes me lean estaré esperando o disfrutando o recordando la prometida lectura por el viejo conocido –amigo, a veces, sí; a veces, no– de esos ‘Fragmentos’ del mismo Ángel en que sé que acentuará, enfrentándome a la tristeza de mis renglones cortos, esos versos que dicen: «Tal vez por eso, todavía,/ …persigues ferozmente,/ entre el asco y el miedo,/ a la alegría».

Sí, hoy también me salvará la poesía del peso de los días y, así, hasta reaprenderé con Miguel D’ors «lo que siempre he sabido: que los versos más míos/ los han escrito siempre otros poetas».

Y, sí, hoy será otro día de gratitud a la vida de este aprendiz de escribidor.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Venceremos!
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