05/04/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Tiene plena aplicación aquella máxima que aconsejaba a los periodistas que no permitiesen que la realidad les estropease un buen reportaje. Prueba de ello es que en la prensa se sigue leyendo cada año que el Entierro de Genarín es una manifestación artística y popular que reúne a pícaros poetas en una suerte de burlesca vigilia de Jueves Santo. Gracias a esta original celebración, dicen, la ciudad de León adquiere una especial visibilidad en estas fechas, y se hace anfitriona de derrochones y vividores que dejan suculentos beneficios a nuestra hostelería.

Pero basta cerrar el periódico y darse un paseo por el barrio de San Martín el Jueves Santo por la noche para darse cuenta de que alrededor de Genarín no queda ni un ápice de satírico lirismo, ni una pizca de irreverencia, ni un poco de bohemia. El intelectual que recita ripios lúbricos orujo en mano para picar a los cofrades, ha pasado de moda, y Genarín ya no es más que un macrobotellón de veinteañeros a los que les daría exactamente igual que su celebración se trasladase al Año Nuevo Chino. La versión urbana de esas fiestas universitarias que llenan de basura el Campus de Vegazana ante la total inutilidad del rector Hermida, porque el turista que nos trae Genarín ni siquiera consume limonada en nuestros bares, sino que se bebe sentado en la calle la botella que ha comprado en Mercadona, la tira al suelo, mea en una pared y se vuelve a su casa en autobús.

A los que apreciamos la Semana Santa leonesa nos importa poco que quien quiera salga en Jueves Santo, se emborrache, lleve en procesión a Baco, o recite el Decamerón, pero creo que cualquier leonés, le guste la Semana Santa o le parezca una murga, se sentirá molesto al ver nuestra zona antigua, empezando por la Plaza del Grano, convertida en un inmenso vertedero, con todo su empedrado –ese que hace poco íbamos a defender a golpe de coctel Molotov de una intervención municipal cuyo proyecto nadie se molestó en consultar– cubierto de desperdicios de supermercado.

Ayer, las fotos de nuestro querido León antiguo hecho un estercolero circulaban por las redes sociales como una verdadera bofetada de realidad, evidenciando que Genarín no sólo no deja un euro en la hostelería leonesa, sino que aparentemente no paga ni la mitad de lo que cuesta la limpieza de las calles en la madrugada del Viernes Santo. Esperemos que su paso por la red sea efímero y que Genarín no termine siendo, además de una pedantería, el perfecto revulsivo turístico.
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