04/04/2023
 Actualizado a 04/04/2023
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Creo que pocas celebraciones, dedicadas a al fervor religioso, generan tanto seguimiento y veneración como la Semana Santa.

No podemos olvidar que la coincidencia de las vacaciones estudiantiles con la presencia de miles de jóvenes y niños por la calles, además de contar con la presencia cada año de más turistas tanto nacionales como extranjeros que nos visitan con la sana intención de, además de sentir la exaltación religiosa que en esas fechas se expresa en la calle, conocer el resto de nuestros monumentos de los que podemos presumir a falta de industrias y empresas que puedan fijar aquí a nuestros jóvenes.

Lo que trato de reflejar es como he sentido, y siento, la Semana Santa cada año. No sé la causa, o sí. Siempre me viene a la memoria cuando esperabas el Domingo de Ramos para estrenar algo de ropa, siguiendo el refrán que decía: «El que no estrena el Domingo de Ramos, no tiene pies ni manos». Ese era el anticipo a la semana de dolor que le sigue y que la tradición manda.

Al estar prohibidas la mayoría de las diversiones que en esos años de pubertad nos acompañaban, lo que tenía una presencia esperada, tanto para los chicos como para las chicas, eran el estrenar ropa para lucir en esos días de tanta presencia en la calle. En nosotros lo que predominaba era el salir con unos pantalones largos que nos acercaran a esa mayoría de edad en la que podías intentar acercarte más a la chicas sin ser rechazados ya que ellas, por lo general, les preferían mayores y, a poder ser, y siguiendo los sabios consejos de sus madres, con un porvenir asegurado.

Los empleados de banca, junto a los que tenían la carrera terminada, que entonces era pasaporte para un empleo seguro, eran los preferidos. Pues de lo que se trataba era de causar sensaciones de madurez, las cuales eran acompañadas, de manera equivocada, con el fumar unos pitillos de rubio que habíamos comprado sueltos ya que para un paquete no había, tratando de causar impresión. Ellas no fumaban entonces, o casi no fumaban, por lo menos a la vista (quien lo diría con el tiempo).

En uno de estos días desempolvando fotos de esas que te llegan a las entrañas recordar, me veo, y casi no me reconozco, en una al lado de mi primo Toño en la plaza de las palomas luciendo, es un decir porque la pinta que yo tenía no invitaba al lucimiento ni a nada que se la pareciera, el estreno de un traje con una cara de esas que con la nueva prenda, además de hacerte mayor que era lo que pretendías, y que llevabas con orgullo, pensabas en cómo te verían las chicas con las piernas tapadas después de dejar atrás los pantalones cortos.

Con la llegada del Sábado Santo el contento te invadía al ver anunciadas las películas de estreno para el domingo en aquellas carteleras del Cine Mari, una vez superada la semana de la pasión con la resurrección de Cristo y las restricciones, volviendo a la vida normal sin limitaciones.

La realidad se impuso y hoy conviven las procesiones religiosas con todo lo que forma parte de las celebraciones habituales con mutuo respeto, aunque, mirando de reojo, a Genarín. Mientras tanto los políticos, atentos a lo que se avecina este año, que puede ser mucho o nada. La cosa viene caliente, sobre todo para algunos o algunas pero, como se dice al acabar la partida de cartas: «lo mismo ganando como perdiendo», aunque por dentro pienses si has perdido: ¡y una leche!
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