Otra ‘vueltina’ de inmortalidad

15/11/2022
 Actualizado a 15/11/2022
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Cada doce meses hay una reflexión sobre las velas entre dos mares. Casi todo sucede ahí, en la tierra de nadie que deja el agua maratoniana que sigue ruta sin importarle cómo recorta la silueta de la isla entre corrientes. Y en ese escueto espacio, hay años en los que toca cerrar los ojos y respetar la continuidad del tiempo. Otros, mejor corregir daños y coincidir en el avance. Y los menos, los de convencerte que el momento más mimoso está alrededor de la tarta que trata de endulzar las matemáticas que sentencia. Este ha tocado el de los menos y mejores. Cuarenta y siete vueltas alrededor del sol de las que queda una cabeza que a veces recuerda a retorcijones y otras a pálpitos -depende en qué mar toque nadar-. Todas esas lunas se llenan con recuerdos que se quedan en fotografías. Están quietas, ahogadas bajo un plástico de presurización y te miran de reojo para hablarte de lo que vale un reloj. Alguien ha apostado por volver a verlas ahora que piso la acera de los 47. Y eso ha hecho que todo tenga un color sepia y un olor a viernes nuevo que busca agradecer otra semana. Somos esas imágenes que ahora se despistan en la escueta pantalla de un móvil. Esa es la huella del instante que pesa, pisa, pasa y no se posa.Tu historia. Fotogramas con los que no puede el tiempo y de los que siempre sentimos cierto orgullo y nostalgia, con un regusto extraño que se activa al darle cuerda con una mirada. Fotografía es sinónimo de mirarte por dentro conpretensiones. Es un beso en los labios de pasado reciente, que sabe a inmortalidad. Y es quien te pone delante ese espejo de lo que fue, quien te la regala. Puestos a escoger la manera de hacernos eternos, sin pasar al otro lado ni creer en cielos esponjosos desde los que cuidar a los que pisan tierra, yo elijo la de quedarme acostadita en el corazón de esos amigos que te regalan un infinito, para brincar allí, cuando tengan que palpitar fuerte y abrazarles cuando el viento racheado enfríe sus ventrículos vulnerables. Me quedo con ese sitio entre dos mares que su brújula conoce para seguir remando otra vueltina con ellos ¿os venís?
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