Otra vez más

Las mentiras, disfrazadas de verdades vergonzantes, crecen y aumentan cual masa con levadura de fuerza. Que a un niño le pegan en el colegio, lo vejan, lo insultan, el culpable es él por no tener carácter, por no defenderse y responder con la misma moneda. Que a una mujer, la violan uno, cinco o quinientos, la culpabilidad recae en ella por no haber gritado, por no haber luchado, por no haber muerto. Si alguien es vilmente asesinado con fuego real, y no con piedras, con el que se repele una protesta de quienes están en contra de una medida adoptada para dañar y golpear la dignidad de un pueblo, los culpables son aquellos que se atrevieron a ponerse en la trayectoria de la bala asesina.

Si un monte arde, si un bosque se quema, si la naturaleza se destruye, aunque hubiera sido consecuencia de la mano de un desalmado delincuente y ecoterrorista quien los provocara, la culpa recaerá siempre sobre el monte que estaba demasiado seco, del bosque porque había mucho aire, o de la naturaleza por estar preñada de riqueza viva. Que las hienas del mercado inmobiliario se quedan con las propiedades que arrendataban quienes no pueden comprarlas y los expulsan de sus casas, los verdaderos culpables son quienes están en la miseria, quienes nada pueden hacer frente a los señores de la guerra del desahucio, los culpables son aquellos que se encadenan en sus casas para evitar que los echen. Si el camión arrolla a quien transita debidamente, el culpable eres tú por ponerte delante. Si el coche conducido por asesino alcoholizado, narcotizado, cocainomanizado, atropella, hiere y mata a ciclistas en carretera, los culpables serán los bicicleteros por haber madrugado tanto con la única finalidad de molestar a los que aún están de retirada festiva.

Si vomitas, cada día, mierda radiofónica, si estás dispuesto a incendiar y bombardear tu propio país, si no te coartas en insultar a tus hermanos y vecinos, el culpable eres tú que lo escuchas y criticas ¿Vamos a contar mentiras!, una y otra vez más.