03/10/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Describe Homero en ‘La Iliada’ a los seres humanos como esas hojas que el viento abate los otoños. Una imagen humilde de nuestra frágil realidad para expresar lo vano de nuestra existencia, no más consistente ni segura que el viaje de esas hojas que caen de los árboles al albur de la más ínfima de todas las brisas. Son nuestros destinos endebles, es nuestro trayecto por este mundo inseguro y guiado por designios y causas de las que no somos ni siquiera conscientes.

Insignificantes y al mismo tiempo osados, pequeños insectos atrapados en faldas –como con el que confundió al poeta aquella amada ingrata– y sin embargo con anhelos de dioses, así somos los seres humanos, capaces de concebir otoños inducidos.Así será el otoño del futuro. Leo en un titular y me da miedo continuar leyendo.

Me cuesta asimilar en una misma oración otoño y futuro. Instintivamente me pongo a la defensiva. Tengo para mí al otoño como el tiempo de la memoria cuando, en la calma de la tierra recién parida, lo vivido se va decantando en recuerdos, igual que la uva se desangra en vino. Esto es posible porque el otoño no admite el futuro, y la memoria se ve liberada por fin de la corriente del tiempo que por unos meses o un paseo al atardecer por la orilla del río se detiene No espero nada bueno del otoño del futuro concebido y perpetrado por científicos, financiado por banqueros o empresarios en pos de beneficios económicos.

La ciencia hará que todas las hojas se caigan a la vez. Continúa la noticia. Me lo temía. Aunque se trata tan solo de los plátanos de sombra, por el momento, científicos buscan la manera de que todas las hojas caigan acompasadas. Alegan razones: ahorro, eficacia, higiene… Son las palabras consabidas que utilizan siempre que quieren desahuciar la poesía. ¿Quién hará luego propaganda de lo ausente cuando lleguen estos otoños programados?

Porque los seres humanos seremos frágiles como las hojas que caen pero, hasta ahora, cada uno tenemos nuestro destino irrepetible y único, como el viaje de cada hoja al suelo. Primero lo hicieron con las hojas de los plátanos de sombra, con los otoños, y callamos, diría B. Brecht. Será cuestión de tiempo, que nos toque a nosotros y ya no habrá poetas para salvarnos.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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