13/06/2022
 Actualizado a 13/06/2022
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Una y otra vez, como quien repite el estribillo de una canción, mientas, sentado en su balcón observa el oleaje del mar batiéndose en retirada, van pasando por delante de los ojos del cronista las imágenes del oso despeñándose por la montaña palentina. Ha estado tratando de arrebatar a la madre osa a su criatura a la puerta de la cueva para quitarle a su retoño y conseguir así de ella el celo. Es su instinto. Es un macho alfa. Necesita copular y para ello, si hay que llevarse una vida por delante, se la lleva…

Demasiado animal, demasiado humano a veces. Demasiado semejante al ruso que, al parecer, necesita destruir a miles para sentirse pleno. Demasiado duro, incluso para comprenderlo. O se trata simplemente de «La tragedia del hombre que no está hecho para la tragedia» como escribiera Fhilip Roth en su ‘Trilogía americana’. Y poco importa cumplir 81 años, como el cronista, y haber superado ya todas las pruebas que dan acceso a la total diplomatura de la vida… Y se encuentre, como Roth, «anhelando solamente cosas que no se puedan comprar con dinero».

El oso ha muerto. Se ha dejado los sesos, y el sexo, destrozados en la roca. La osa madre y su retoño, vivaquean en la cueva. Violencia vicaria dirán estas modernas criaturas que hablan un lenguaje infecto. Aunque, la naturaleza, no parece seguir sino su ritmo, ancestral, perpetuo. El oso pretendía matar al osezno para que la madre entrase en celo y desease la coyunda. Tal vez es también eso lo que pretende: DestruirUcrania para que Europa entre en celo. Lo que verdaderamente está tratando es que la Otan vuelva a sentir deseos irresistibles de lanzarse a las delicias de una guerra.

El cronista, por si acaso, ante el desconcierto de la edad y la muerte del oso, ha recurrido a los sabios, como suele, y ha abierto el recientísimo y precioso libro de nuestro insigne leonés, de Valderas, Santiago Trancón Pérez, titulado ‘Sabiduría de los clásicos’ donde disecciona aforismos, y paremias de dos de los dos más grandes monstruos de nuestra literatura: Gracián y Quevedo. Ya en su prólogo, una cita nos enseña el camino: «Los contrarios concuerdan, y de lo diferente surge la más bella armonía, pues todo lo engendra la discordia».

Pero quisiera traer aquí el recuerdo de esa niña que, en la matanza del colegio de Uvalde, logrósalvarse embadurnándose con la sangre de su amiga muerta y aprovechando, debajo del pupitre, para llamar al 091 y pedir auxilio, mientras el Oso, de tan solo 18 años, seguía disparando con su rifle contra todo lo que se moviera.
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