Los chavales luchan, la historia mira. Los chavales todavía no tienen muy claro que están perpetuando en el tiempo una forma de andar por la vida y Luis Padierna, con muchos problemas en la vista, ve con claridad que uno de esos niños es su reencarnación; por eso se agarra como lo hizo él, se coloca como le enseñaron a él, trabará una maña que está dibujada en los genes más que en los manuales y el vencedor le volverá a levantar la mano al derrotado porque la vida sigue, porque tampoco tener una vaca lucida y hermosa no es sinónimo de ser mejor que quien la cría menos extraordinaria sino de tener maña para lograrlo. O suerte, a veces. O haberlo mamado y no saber los motivos.
No hace falta que estos chavales pasen la mañana del corro segando la hierba para ser los mismos luchadores, no hace falta que estos chavales dejen la tierra sin arar hasta el día siguiente para ser los mismos luchadores... pero sí hace falta que tengan la misma pasión por agarrarse, que sean unos micos y hagan felices muchos kilómetros para ir a entrenar, que admiren a su monitor y no haya otra forma de hacerles comer lentejas que decirles que su monitor es tan bueno porque come lentejas de primero.
Y hace falta que los chavales sepan que cuando van a Quintana tienen que honrar la herencia de los Padierna, Burón, Ferreras u otros apellidos que por allí escribieron la historia de este deporte que lo es pero no solo eso. Y que sepan que ese cinto trasmite sentimientos de cercanía y solidaridad con el otro; por eso se levanta al derrotado, por eso ayer había enel corro una huchas con los colores de la bandera de Ucrania. Porque eso se hace, va en los genes.
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