Orquesta que se paga en papel

07/06/2022
 Actualizado a 09/06/2022
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Llegan los tiempos de la fotografía, de los amaneceres de cada pueblo que celebró la verbena de su fiesta. Hay ganas de volver a las verbenas, de escuchar a las orquestas, muchas ganas.

Ganas, casi necesidad, de volver a bailar después de años de vivir con grilletes en los pies. Ganas, casi necesidad, de quedarse parado ante la orquesta escuchando esas canciones del verano después de patronales silenciadas por la sordina de la abstinencia necesaria.

Y para que esto sea posible, para que vuelva el baile y la música, para que las orquestas viajen, para que los cohetes suenen, para que los despertares sean de diana y charanga, los pueblos, tan pequeños y vaciados, tienen que tirar de ahorros e imaginación, de porras y rifas, de sorteos y cestas, de pedir casa a casa...

Y mientras la orquesta descansa los que más conserven la calma de la ruidosa comisión de fiestas volverán a ir cantando los números del bingo mientras la mayoría de los verbeneros se desesperan al perder el ritmo: «Espera», «¿has cantado el quince?», «¡línea!», «¿cuántas veces tenemos que decir que no hay línea, vamos para bingo», «¡línea!»...

¿Qué mas da? Si solo de trata de pagar a la orquesta.
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