Orinar en el café y los 'bichos esos'

La otra crónica del pleno de la Diputación

Susana Martín
01/02/2018
 Actualizado a 05/09/2019
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Una pensaba que las sesiones plenarias consistían en abordar los temas de las instituciones, presentar mociones, dar cuenta de lo que se hace y por qué se hace e intentar lucirse en el debate político. Pero resulta que no. Al menos, no el pleno de este miércoles en la Diputación, donde el turno de ruegos y preguntas –el que en el Palacio de los Guzmanes suele ser el punto más interesante para los periodistas a la hora de ‘rascar’ algún tema– se convirtió más en la hora de los discursos de cada uno que en otra cosa. Intervenciones más o menos destartaladas y mal construidas, y eso que la mayoría suelen llevarlas escritas y se limitan a leerlas. Intervenciones que incluyen faltas de respeto a otros miembros de la Corporación, eso sí, subidas de tono aderezadas con un cierto humor, pero sin ninguna gracia.

Y con estos mimbres, y que al final de los plenos a veces se reparten los caramelos sobrantes que les ponen a los diputados, lo que no entiende una es que no haya colas cada último miércoles del mes para ver los cestos que se tejen los señores diputados Por ejemplo, analizar el estado de la sanidad pública contando un rumor de unos supuestos análisis de orina recogidos en un vaso de café. O pugnar entre dos diputados por ver cuál de los dos es mejor persona, sin comprender ninguno de los demás (quizá tampoco ellos) a qué viene tanto cariño dialéctico. O quejarse de que la prensa no cuenta las cosas como ellos hubieran querido, o de que publican temas que ni ellos sabían, como si dieran por hecho sin ningún tipo de rubor que los periodistas están para servir a los gobernantes y que son ellos los que dictan dónde se pone el foco y dónde no (sic).

Hubo también quien faltó al respeto a un diputado de otro bando diciéndole que «hace un ridículo espantoso» cuando lee sus intervenciones (¿cuántos no lo llevan escrito y lo sueltan a trompicones?). Y quien mezcló churras con merinas, o a Podemos y las Mareas con «los bichos esos», ante la atónita mirada de algunos y la indiferencia de la mayoría.

O los hay que en cuanto pueden apuestan por la desaparición de las diputaciones pero luego se lamentan de que no les llegan invitaciones a Fitur, aunque la explicación sea que se compraron las mínimas para gastar menos. (Tampoco nadie tuvo el detalle de darse cuenta de que los chicos de la prensa también necesitan acceder a los sitios para poder hacer su trabajo, pero ellos no tienen voz en el pleno y además hay que ahorrar).

El eterno y enmarañado debate sobre la supervivencia de la minería también tuvo su protagonismo, con insultos desmedidos de alguno al exministro Soria («desgraciado, corrupto, repelente»). Y también resultó que el diputado de Hacienda desconoce por qué la Diputación guarda el dinero en ciertos bancos y no en otros...

Y con estos mimbres, y que al final de los plenos a veces se reparten los caramelos sobrantes que les ponen a los diputados, lo que no entiende una es que no haya colas cada último miércoles del mes para ver los cestos que se tejen los señores diputados.
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