05/02/2020
 Actualizado a 05/02/2020
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Después de recorrer todos los asilos de León y periferia, en busca de mi amigo Nazario, llegué a pensar que habría fallecido, sin que yo me enterara. Una sensación de melancolía me invadió y mis pies me llevaron a las puertas del chigre y, como siempre, entré al interior. Allí estaba mi anciano amigo, delante de una jarra de cerveza. Era uno de los últimos bares que llaman cutres que dejan paso a los snacks, gastrobares y gastroleches. Pero allí se hablaba pausadamente; tele sólo para el fútbol, y lugar propicio para contar historias y conspirar. Por no montarle un escándalo, le pregunté qué hacía y me contestó: «Pues aquí, rezando». Cierto que alguna vez íbamos a misa; más que nada por saber si se seguían celebrando. Pero aquello de rezar en el bar –pensé– no lo entendía. «Pues vamos a rezar, pero donde yo diga». Y como no era cosa de llevarle la contraria, me dejé llevar. Así pues, se dirigió a otra parroquia. Que, casualmente, era otro bar, donde pidió sendas cervezas y unas olivas. La segunda parroquia era una espléndida cervecería, en una calle recoleta, con muchas variedades apetecibles; el viejo pidió las dos jarras de rigor y una aceitunas. Así seguimos, como buenos amigos, bebiendo y comiendo aceitunas que yo iba pagando, hasta que, de madrugada, decidimos separarnos. Un encuentro grato. Pero no podía marcharme sin que me explicara qué clase de rezo era beber, sin tasa ni conocimiento. Entonces, como un séneca, me preguntó por las cervezas que habíamos tomado, para lo cual yo no tenía respuesta. Pues mira –me espetó– «dos Paulaners, por San Pablo; cuatro Franziskaner, por San Francisco de Asís; y otras cuatro por los agustinos y la abadía, donde honran al Santo mientras fabrican cervezas; dos más de la abadía de Nuestra Señora de Leffe…». Y «¿las Guinnes?»–pregunté–. «Por San Patricio, apóstol de Irlanda». Una letanía, con tanta seriedad, que pensé que se reía de mí. «Vale, vale, para ti la burra pero ¿lo de las aceitunas, qué santo es? Y, como era viejo pero listo, me dijo: Eso no es religión, sino economía. Se trata de mantener el sector del olivar, que está pasando las de Caín. Ya en casa y en la cama, no pegué ojo. Pensando en la crisis de la patata; la remolacha, los nabos, el vacuno, las aves, los secanos yla huerta –que hasta los espárragos navarros vienen de China–. Qué inquietud. ¿Qué me tendría reservado el viejo para la próxima vez? Amén.
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