Opinar porque sí

03/02/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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No hace mucho tuve la oportunidad de asistir a la presentación del libro de Fernando Rey ‘Disculpe que insista’, acto celebrado en Valladolid y posteriormente también en nuestra ciudad. Este libro, de lectura entretenida, se nutre de las reflexiones que el columnista ha ido plasmando a lo largo de los años en las hojas de El Norte de Castilla, rotativo con mucho predicamento por aquellas tierras. A la postre, estas reflexiones han sido la simiente para la publicación y, a buen seguro, en alguna carpeta del escritorio quedaran otras tantas para una segunda tirada.

Para los que siempre nos ha gustado leer la parte de opinión de los periódicos, y después de tiempo nos vemos ante una hoja en blanco donde andamiar un parecer, divulgaciones como esta o como el libro de Valentín Carrera, ‘Ahí estamos’, de ‘Los Libros de La Nueva Crónica’, son un fijo en la mochila que miramos como el diario del hermano mayor. La rapidez de lectura, el morbo de la posición del autor en unos u otros temas o simplemente ver de qué hilo tira para soltar la madeja desde su visión parcial, hacen de este género uno de los fijos a la hora de abrir un periódico. No es extraño adquirir la costumbre de analizar desde un punto de vista más técnico el artículo semanal del opinador favorito, buscando el gancho con el que te quiere atrapar, y que no es más que una frase o un simple título que hace, no se sabe por qué mecanismo, que poses tu interés en el desarrollo del argumento, que sigas la exposición, seguramente imparcial, del tema hasta la posición, está totalmente parcial, del autor sobre la trama expuesta, para finalizar con una solución o remate con el que estarás o no de acuerdo, pero que seguro, que alguna manera te enriquece.

Tener una posición argumentada y expresarla es un valor no muy de moda en los días que corren, y la valentía de recopilar las reflexiones escritas durante los años te puede jugar más de una mala pasada, porque si algo es más grave que tener opinión es cambiar de opinión, máxime si además lo haces por escrito. Poco se valora el carácter personal e íntimo que se imprime en este tipo de publicaciones, sujetas sin solución a las experiencias vitales de cada autor.

Para finalizar me quedo con una reflexión del escritor José Bergamín, y que ilustra la contraportada del libro ‘Disculpe que insista’, como si el columnista adelantara sus disculpas con ella: «Podrá suceder que al final de tu pensamiento vuelvas a encontrarte en el principio, pero nunca te encontraras como al principio».
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