web-luis-gray.jpg

Operación visera 6 / La ira de Polifemo

07/08/2022
 Actualizado a 07/08/2022
Guardar
Descosía Aurora, la de lindas trenzas, el bruñido día quinceno, cuando hacia el horizonte opuesto se advirtió gran fulgor y sintió gran tufo a chamusquina conducido por dañoso viento hasta las mismas narices.

– ¿Y ahora qué pasa? Ni un día tranquilo, oye, la paz del campo y blablablá.

– Salgo a la calle a ver…

– ¡Ni de broma! Que te das el piro otra vez. Ya voy yo.

Las calles, ocupadas por la enojosa y vil humareda, eran vacías de gentes. Se encamina ella, la mujer, hacia el ‘ágora omphalinesca’, plazoleta de craqueladas aceras y vacantes alcorques, de donde llega un rumor que prospera a la par de sus pasos. Allí escucha estas palabras, oh, Musa, más o menos transcritas:

– La culpa es de «los cíclopes soberbios y sin ley, quienes, confiados en los dioses inmortales, no plantan árboles, ni labran los campos, sino que todo les nace sin semilla y sin arada –trigo, cebada y vides, que producen vino de unos grandes racimos– y se lo hace crecer la lluvia enviada por Zeus».

– La culpa es de los lobos, por no dejarlos cazar. Ahora bien, ya te digo yo que a este paso acaban todos churruscados.

– Ni lobos ni paisanos ni nada. Un poco más de lumbre y nos vamos todos al infierno. O nos volvemos ovejas y a pastar en el secarral.

– Igual te crees tú que libramos por volvernos ovejas…

Se forma un grupo y otro y otro y se adentran pertrechados en la caverna de humo y llamas donde se cobija el atroz gigante que devora hombres y bestias. Y el día completo, hasta la puesta del sol, estuvieron combatiéndolo, alimentándose de brevísimos bocadillos y bebiendo escasísima agua; tal era la mezquindad de quienes en la distancia adquirían la facha de dioses hostiles.

Algunos preguntaron a esos lotófagos, comedores del loto que vacía las mentes de los hombres y les hace olvidar hogar y razones, cuál era la razón de ese castigo hacia ellos, que en nada creían haberles ofendido, antes al contrario, los reverenciaban votándoles cada cuatro años. Culparon a otros, como suelen, los lotófagos.

Al fin Poli, diminutivo de Policarpo, no se piense mal, el vecino tuerto, se acoda en el poyete a la vera del vehículo de bomberos e interpela a su vecino, también octogenario y algo teniente, con ánimo de resumir y sentenciar.

– Dizque la culpa es del ecologismo extremo

– ¿Y eso en qué negociado manda? ¿Qué cosa es?

– Pues el calor, la sequía, los montes sucios y la falta de efectivos. Un extremo tremendo para lo que es la ecología.

– ¿Efectivos, dices?

– Gente para apagar los fuegos.

– Aquí gente no hay.

– No, leñe, bomberos.

– Bomberos tampoco. Ni ecologistas. Ni extremos. Aquí solo hay calor, sequía y montes sucios. Pero sigues sin declararme responsable.

– Nadie, hombre, nadie, nadie se hace responsable ¿no te das cuenta? Llámalo Nadie.
Lo más leído