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Operación enredadera

09/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Una razón para volver a la casa del pueblo es podar la enredadera. Y no se evocará aquíel famoso poema de Cavafis: «Si vas a emprender un viaje procura que este sea largo». Primero porque el cronista es de los que piensan que viajar es de cobardes, de gente que no se atreve a enfrentarse con lo que hay, y buscaalejarse lo más posible; cuando la solución suele estar tan a mano como la de Pessoa cambiándose de casa y de calle cada dos años, pero sin salir nunca de su Lisboa de adopción.

Volver a la casa familiar, vacía, en un pueblo leonés, es como una religión, un saldar una deuda con el pasado, y no suele obedecer a la falta de otros destinos mejores, sino a esa inclinación humana de regresar al lugar de origen, a la cuna, en busca de algo que pudo quedar olvidado allí. El sueño de encontrar el eslabón que falta a la felicidad.

Una de las labores, imprescindibles, que inevitablemente unodebe acometer al regresar a la casa abandonada familiar es la de podar la enredadera. ‘Operación enredadera’ la podríamos llamar. La enredadera ha estado trepando a su placer y entreverándose entre los poros de la pared hasta alcanzar la techumbre, e ir levantando las tejas haciendo hueco al agua de la lluvia y a la nieve. Y lo mismo ha ido haciendo en los troncos de los árboles del huerto, hasta apoderarse del ramaje y engullirlo, impidiendo la entrada del aire y del sol, y provocando la asfixia de esos pocos ejemplares que, plantados por el padre, han logrado sobrevivir.

Podar la enredadera es una labor que suele molestar a mucha gente, partidaria de la belleza a cualquier precio; pero en las casas abandonadas suele resultar fatal. También habrá quienes asocien estos trabajos del veraneante con la operación que ahora mismo está llevando a cabo la policía, en busca de chanchullos de todo tipo en los ayuntamientos y otras instituciones, y que, comenzando en Badalona, y siguiendo por una docena de provincias, ha llegado hasta León, y ha llevado a don José Luis Ulibarri, a la prisión. Es la enredadera de la corrupción.

Pero pronto habrá una enredadera que no podremos podar, porque ya no podremos volver: crece en los cementerios alrededor de las tumbas de nuestros antepasados, olvidados, y a la ‘retestera’ del sol. El poeta Joan Vinyoly, que perdió una hija joven, también habla de volver, aunque en su caso, llega un momento en el que su memoria ya no acierta con el lugar: «Solía regresar siempre, pero ya no sé volver donde ella está».
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