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Opacidad en la Diputación

13/02/2022
 Actualizado a 13/02/2022
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Ayer, sábado, se mimetizaba la mal llamada jornada de reflexión –una manera cursi de definir la fecha inhábil en cuanto a mítines y otros coñazos paralelos–, previa a la apertura de los colegios electorales. Y hoy, en Castilla y León, a votar a unos y a botar a otros. Depende. Esta es la ‘actualidad más rabiosa’, que escribían antaño algunos gacetilleros, a fin de llamar la atención del lector con un muy constreñido puñado de palabras.

Pues bien, el presidente de la Diputación leonesa, el socialista Eduardo Morán, no habrá precisado de esas horas de asueto reflexionado para emitir su voto en el pueblo que pastorea como alcalde, Camponaraya. Para eso, no. Seguro. Pero para digerir lo publicado por este periódico el pasado domingo, sí. Incluso, con la inestimable ayuda del tradicional bicarbonato. Es una coña, y no marinera precisamente, que el ‘amo’ del Palacio de los Guzmanes esté a la cola en cuanto a la transparencia institucional por parte de todos los presidentes de diputaciones de España. Su nombre cierra la ‘clasificación general’. Es el farolillo rojo. Y no hay doble sentido. Lo es. Para su crédito como político el palo es gordísimo. Y una tomadura de pelo.

¿Y por qué razón oculta lo que debería ser de dominio generalizado? ¿Qué pretende con ello? ¿Qué sentido tiene? Cosa distinta es que para él lo tenga –que todo es posible, señoría–, pero, como recoge el evangeliario de Mateo con motivo del Sermón de la Montaña, «por sus obras los conoceréis». Y esta obra de la ocultación no es menor ni moco de pavo, si pretende sustentar su prestigio como servidor público con una acción de gobierno tan poco diáfana. La transparencia, que tanto denunció el PSOE, su partido, cuando pintaban bastos, le está acogotando.

Ante la denuncia de este medio y en un acto de gallardía temperamental, ya tendría que haber rectificado su postura –ha transcurrido una semana desde la publicación de su opaca gobernanza presidencial– y mostrarse ante la sociedad con una claridad incontestable. Además, por muchos recovecos que invocara para negarse a ello, estaría obligado, sin más, a dar cuenta de lo que atañe a todos y cada uno de los paganos de esta provincia. ¿O es que la Diputación se ha convertido en un reino de Taifas para disfrute y promoción de políticos de medio pelo? ¿O, quizás, a las pruebas habrá que remitirse?

En definitiva, que Eduardo Morán se está pasando por la entrepierna la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, cuyo preámbulo, «la transparencia, el acceso a la información pública y las normas de buen gobierno deben ser los ejes fundamentales en toda acción política», destacaba este periódico en su pormenorizada divulgación sobre el asunto. Pues eso, presidente. Al lío.
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