imagen-159544846.jpg

Olor a talco y manzanas

14/08/2020
 Actualizado a 14/08/2020
Guardar
Serán las perseidas, que te hacen creer en la magia, pero hoy, uno se siente capaz de limpiar y ordenar el mundo para algo realmente importante: contar un cuento. Primero, preparar el escenario. Escoba para miedos escondidos bajo alfombras y tras las puertas y plumero para las telarañas de la mente. Abrir ventanas hasta ventilar el ambiente irrespirable que vivimos y después cerrarlas, que el ruido quede fuera. Y ya con silencio y aire limpio, toca elegir tema. Podría ser un cuento de reyes y palacios… no, los reyes, ni mentarlos. Descartados los de princesas reanimadas con besos, ya sin beso, y los de príncipes mutados en ranas, que las ‘ranas’ ya pisan otros charcos. Impensable incluir lobos acechando niñas tras los árboles o una Blancanieves sirviendo a siete enanos… Misión abortada. Desde que sus personajes cobraron vida, sus argumentos no hacen gracia. Mejor silencio e inventar un minimundo, tamaño recién nacido. Bastará con un cuarto soleado, una cuna y en la esquina, una muñeca de trapo con pecas y dos trenzas muy largas. Necesito tres ventanas con visillos blancos. Frente a una, se verá a una abuela regando los geranios, una madre tendiendo sueños y dos niños jugando. Otra dará a la huerta con cerezos, lagartijas por la tapia y manzanas, muchas manzanas. Y también un nido, dos jilgueros, un gato perezoso y al fondo, un campanario. Esa será su ventana favorita, aunque algún día incluiré a lo lejos un bosque con tormenta y aullidos de lobo para que sepa que existen el peligro y el frío del invierno, pero con alguien en duermevela junto a su ventana, recogiendo esos fríos y templándolos antes de que lleguen a ella. Y la tercera ventana, la que da al fondo del mundo habitado por humanos, quedará cerrada de momento, esos sí podrían asustarla. Que no sepa que nació en la frontera de un mundo tambaleante por el que avanzamos sin brújula y con miedo.

Ahora sí, con todo organizado, podemos soltar la lazada y ver cómo un ser diminuto estrena una vida que limita por tres partes con el calor de unos brazos y con un norte dibujado para ella. Y cuando su primer día de vida se le acurruque bajo los párpados, descubrir que no necesitamos perseidas, la magia está en la penumbra de un cuarto perfectamente desordenado y el universo cabe en una sola estampa: la muñeca de trapo invadió la cuna, Virginia se fugó al regazo de su madre, hay ropita por todas partes y en el aire, olor a talco y manzanas. Perfecto, nada está en su sitio. Mañana pondré un pájaro en la ventana.
Lo más leído