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Oiga, ¿es el enemigo?

19/09/2020
 Actualizado a 19/09/2020
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Ya cinco siglos antes de Cristo, Sun Tzu, famoso general y filósofo chino, brillante estratega, afirmaba en su Arte de la guerra que «la guerra es un elemento de importancia vital para el Estado, es el dominio de la vida y la muerte, la senda para la supervivencia o la pérdida del Imperio: es pues forzoso manejarla bien».

Y así he decidido plantearle el asunto a mi alumnado: en términos de estrategia militar. No se trata de amargarles la existencia al inicio de curso, sino de asegurarse de que comprenderán la necesidad de respetar los protocolos más allá de sus pareceres distintos o del miedo al parte o a la sanción de turno.

Y es que nos encontramos en medio de una complicada contienda donde siguiendo a Sun Tzu habrá que tener en cuenta algunos factores fundamentales. En primer lugar sitúa a la doctrina que, en palabras del general, representa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante de manera que le siga por donde sea. Aunque para ello será necesario que el prócer que pretende obediencia sea a su vez rico en coherencia. Para ser obedecido es menester que nuestras acciones caminen en consonancia con nuestras palabras.

El segundo factor es el tiempo que aparece seguido de las distancias. Estas son de sobra conocidas, vivimos inmersos en flechas y señales dibujadas sobre pasillos y pavimentos que nos las recuerdan aunque no siempre el terreno sea propicio para acoger nuestros holgados deseos. Con respecto al tiempo, el de hoy deviene secuenciado por la ciencia médica que, contra reloj, trabaja para hallar inmunidad contra el vírico adversario.

Sun Tzu señala, además, la necesidad de contar con mandos cualificados en sabiduría, sinceridad, benevolencia, valor y disciplina entendida esta última como «organización del ejército, las graduaciones y rangos entre la oficialidad que debe estar acorde con su preparación y destreza, la regulación de las rutas de suministros, y la provisión del material militar al ejército».

Les preguntaba en la primera clase a quién consideraban ellos el enemigo en tiempos de COVID. Esperaba que tuvieran la respuesta clara. Y en efecto, la mayoría parecían tenerlo bien identificado, pero en un curso alguien, simulando portar un arma en mano y mirando en derredor, contestó, medio en broma, medio en serio, «¡Todos!» Y…¡Qué quieren que les diga!, eso sí que me preocupó.

Menos mal que luego me acordé de los chistes de guerra del célebre Gila, aquel soldado estratega en sonrisas, que teléfono en boca en plena pugna, andaba negociando con el contrario : «Oiga, ¿es el enemigo? Que se ponga».
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