14/04/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Uno ya no pide que el estadio sea un lugar de peregrinación de miles de hinchas que, aún a riesgo de las apreturas, acudían hace seis décadas a disfrutar de un día de fiesta porque su Cultural estaba a punto de ascender a la Primera División. Eso forma parte de la leyenda que de vez en cuando nos refrescan los más viejos del lugar e historiadores como el gran Rodrigo Ferrer. Pero sí que los pocos fieles vayan al Reino en son de paz.

Los denominados ‘piperos’, aficionados comúnmente conocidos por su tendencia a silbar y protestar mientras se rodean de cáscaras, se hicieron notar el domingo influenciados por esa corriente convencida de golear al colista. Exigen a su equipo lo mismo que ven en la pequeña pantalla, sin reparar en la categoría y los condicionantes. Tienen el derecho, dicen, porque para eso pagan su entrada. Como si alguien tomara represalias si hicieran chocar sus palmas.

Cabello y sus jugadores volvieron a encontrarse solos ante la adversidad e hicieron oídos sordos en medio del molesto ruido. Las bajas les dejaron sin tiento con el balón. Han sobrevivido de forma estoica a la plaga de lesiones que le han privado del concurso de Rubén García durante la mitad del campeonato y no tuvo recursos para suplir la marcha de su recambio natural, Víctor Andrés. La Cultural fue menos de lo que acostumbra y se topó con un rival al que nadie había vilipendiado y que tiene buenos jugadores. De un penalti polémico, sí, igual que hace dos semanas, pero a la inversa, ganó la sufrida Cultural en una liga que tiende a equilibrar errores y aciertos, justicias e injusticias, como la que un sector de la grada cometió con un equipo intachable en su esfuerzo y en sus resultados que vuelven a colocarle en puestos de Copa.

Debió pensarlo Aketxe con su gesto final. Si quieren espectáculo, miren al palco.
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