10/09/2020
 Actualizado a 10/09/2020
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Cantaba Kase.O que septiembre llega con su ‘¡Oh, Dios mío!’ y nunca le faltó razón. Este mes es el que marca cada año la vuelta a la realidad: los pueblos se vacían, las vacaciones se terminan, la paella del domingo recupera el trono que cedió a la ensaladilla rusa y los ‘malos’ estudiantes se enfrentan al boli rojo que les puede mandar al ‘club de los repetidores’. Septiembre es ese absurdo cajón de sastre en el aparcar todo aquello que irremediablemente termina llegando.

Ayer se inició la vuelta al ‘cole’ para cerca de 60.000 alumnos de la provincia, después de medio año con las aulas cerradas. Un plazo más que suficiente para que las autoridades educativas hubieran trazado un retorno seguro a las clases, con la reducción real de ratios y la contratación del personal docente necesario. Pero Gobierno y Junta, PSOE y PP, son como esos alumnos poco aplicados que de forma deliberada han dejado una asignatura, la de ‘Educación’, para septiembre ¿Con qué idea? Intentar aprobar otras materias del curso pandémico en primera convocatoria y sacar esta más adelante. Una planificación, motivada por la falta total de la misma, que jamás soluciona el problema por sí solo y que únicamente retrasa por un tiempo el suspenso.

Por desgracia, el menosprecio a la educación no es coyuntural a la crisis del Covid. Hasta ocho leyes educativas han servido como granada de mano a los políticos españoles en los últimos 40 años. Una vergonzosa falta de consenso en un ‘tuya-mía’ que solo busca echar por tierra lo puesto en marcha por los predecesores. Sirva como ejemplo el ridículo nombre de la reforma que entrará próximamente en vigor: Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (Lomloe). Quizá algún día se queden sin siglas para hacer tanto el mamarracho.

Que la educación no es una prioridad en este país queda demostrado una vez más con que al Gobierno le corra más prisa abrir los chiringuitos playeros que las escuelas y con que la Junta regule antes el ir de putas que la vuelta al ‘cole’. Es una auténtica pena que la única solución posible a la incompetencia de los actuales gestores públicos pase precisamente por potenciar el sistema educativo. Así nunca apostarán por ello... ¡Oh, Dios mío!
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