Imagen Juan María García Campal

¡Oh, capitana, mi capitana!

03/07/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Perdone, lector, si altero su descanso estival. Mas se pregunta este aprendiz de escribidor de vario género y, por ello, también del columnismo, si en la pasada ola de calor a cuyo rebufo escribo, además del cambio climático –«las temperaturas ya se incrementaron cerca de un grado en relación con la era preindustrial», pero podemos seguir frivolizando sobre él– y al cambio del tiempo –«un término que se refiere a su impacto en el día a día»– no habrán tenido que ver también los sofocos que a las instituciones y ciudadanos europeos de diversa posición política (y humana también para mí) nos ha sacado –me incluyo– la joven capitana del Sea Watch 3, Carola Rackete.

Más de dos semanas llevaba en nuestro mítico mar Mediterráneo, con 40 migrantes náufragos a bordo que había recogido frente a las costas de Libia, solicitando permiso de atraque, hasta que en la madrugada del pasado sábado atracó su barco en el puerto italiano de Lampedusa, desobedeciendo reiteradas órdenes políticas pero no sus principios ni los derechos humanos de los migrantes y seguro teniendo presente la hipócrita verborrea de la UE y sus 28 países.

En verdad, quizá el título correcto debiera haber sido ‘¡Oh, capitanas, mis capitanas!, y así incluiría a otra capitana alemana, Pia Klemp, que se enfrenta, desde 2017, a una posible condena de años de prisión y diversas multas en Italia, como ahora Carola Rackete, por «fomentar la inmigración ilegal» (legal eufemismo reaccionario de «salvar vidas humanas»).

No nos alivie la conciencia la nacionalidad alemana de las presuntas rebeldes capitanas, ni la italiana del gobierno de Conte y Salvini (¡cuerpo a tierra!); ni nos sirva para regresar a la modorra ética y moral el que la última trágica e hiriente fotografía de migrantes muertos nos llegase desde los Estados Unidos; y sí nos la cargue de vergüenza propia y ajena, pero también de voz firme y serena –europeos somos y en la necesidad nos encontraremos– el silencio cómplice de culpabilidad de las instituciones europeas y, por cercanía, de nuestro gobierno en funciones de izquierdas (no eche de menos la coma, en este caso la omisión es obra del pensamiento).

Pero, por favor, que unas y otro sigan en sus cosas. No desea este aprendiz de escribidor ajarles sus prontos ocios; total, qué les importa que el Mediterráneo sea vergonzoso cementerio de lo que otrora fuimos: ‘E-migrantes’.

¡Oh, capitanas, mis capitanas! Qué canto a la justicia y a la humana dignidad. Esperanza sois.

¡Salud! Y buena semana hagamos y tengamos.
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