ODS 12: Producción y consumo responsable

Objetivo 2030 de la ONU: Reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial. La prioridad es decrecer: producir menos, gastar menos, consumir menos, derrochar mucho menos.

Valentín Carrera
23/12/2019
 Actualizado a 23/12/2019
Luces de la decoración navideña en la ciudad de Vigo.
Luces de la decoración navideña en la ciudad de Vigo.
Ahora que estamos en Navidad, permítanme que les tome diez minutos para compartir una reflexión sobre la Sociedad del Exceso y el Derroche en la que vivimos, al hilo del ODS 12, que apela a la responsabilidad en la producción y en el consumo. No les quiero amargar el turrón: cada cual sea feliz con sus creencias religiosas o familiares, pero sería bueno no confundir el espíritu navideño con la tarjeta regalo de El Corte Inglés.

Dejemos a un lado, respetuosamente, la parte religiosa de la Navidad, diluida en el maremágnum consumista de una sociedad secularizada, que tiene como principales referentes intelectuales a la cantante Rosalía, al inmigrante Messi y a los intrépidos protagonistas de Gran Hermano, cuyas apasionantes vidas son retransmitidas en vivo y en directo 24 horas al día.

Centremos la reflexión ―navideña, si les parece bien― en la locura ecológica de un sistema de producción y consumo suicida: a tutiplén, sin límites. Muchos dirigentes rancios y viejunos, con mentalidad del siglo XVI, de la época imperial-colonial, siguen hablando de “crecer más, producir más, vender más”, cuando lo que en verdad necesita nuestra economía y nuestro Planeta es crecer menos, producir menos y consumir menos.

El Cuerno de la Abundancia solo existe en la mitología: en la cruda realidad, la energía, la tierra, el agua, los recursos, son limitados y nuestra obligación es administrarlos bien, pero no lo hacemos. Tampoco el sistema capitalista nos ayuda: su lógica es la del mercado y el beneficio. Si Zara vendió el año pasado nueve millones de camisetas, el próximo año tendrá como objetivo vender diez millones. Lo de menos es saber si necesitamos más camisetas o más coches (que no los necesitamos: están los contenedores y los cementerios llenos de ropa seminueva y de chatarra). En 2050 seremos más de 9000 millones de habitantes: a razón de un vehículo per cápita, ¿vamos a tener 9000 millones de coches?

La cuestión es vender más, mejorar la cuenta de resultados. Algunos lo llaman desarrollo: yo creo que es involución y destrucción. Estamos tirando el planeta y la salud a la basura cada mañana: usted con su nevera llena o su indecente barrigola, yo con mi tarjeta de crédito, su vecina con el despilfarro energético ―la calefacción a tope y las ventanas abiertas―, la prima Marisa tirando sobras de comida como si no hubiera un mañana, y los bares, comercios y supermercados haciendo caja. Vivimos para gastar; trabajamos para consumir.

“Un tercio de todos los alimentos producidos cada año, equivalentes a 1300 millones de toneladas por valor de alrededor de 1000 millones de dólares, termina pudriéndose en los contenedores de los consumidores y minoristas, o se estropea debido a las malas prácticas del transporte y la cosecha”, según datos de la ONU.

Todo este despilfarro mina el planeta ―y en nuestra dimensión local, socava la riqueza de la comarca berciana― y produce “degradación de la tierra, disminución de la fertilidad del suelo, uso insostenible del agua, sobrepesca y degradación del medio marino”. Ahora que estamos en Navidad, y millones de personas pobres pasan necesidad y hambre,¿para cuándo una ley que penalice tirar comida o desperdiciar el agua o la energía? ¿Deja usted el grifo abierto porque sí? Pues va a tener que pagar una multa por insolidario, por derrochador y por tonto. ¿Para cuándo la verdadera Emergencia Climática?

La pelota está en el tejado del Estado y de las grandes corporaciones, pero también en el techo individual de cada consumidor: “Si todas las personas utilizarán bombillas de bajo consumo, el mundo se ahorraría 120.000 millones de dólares al año”. No hablemos de energías caras: seamos nosotros ahorradores, eficientes y renovables.
“En 2050 necesitaremos el equivalente a tres planetas para proporcionar los recursos naturales precisos para mantener el estilo de vida actual”, dice la ONU. ¡Pues cambiemos de vida y de hábitos! En vez de comprar, gastar y consumir, las tres R: Reducir, Reutilizar y Reciclar.

No tenemos tres planetas ni hay cuatro comarcas. Hay un planeta y una sola comarca llamada El Bierzo, y si revienta exhausta, contaminada, intoxicada por humos venenosos, secos los pozos y las fuentes, calcinados los bosques y montes, si la quemamos, ya les aviso que no volveremos a celebrar más Navidad ni más rabo de gaita.
Es tiempo (espiritual) de Navidad: detengamos la locura consumista, fijemos como prioridad el “decrecimiento”. Producir menos, gastar menos, consumir menos, derrochar mucho menos. Menos coches, menos bombillas, menos ropa de usar y tirar, menos obsolescencia precipitada, menos humos, menos plásticos, menos tubos de escape, menos chimeneas, menos fábricas. Más producción artesanal, más consumo directo, más escala humana: Lo pequeño es hermoso. Menos negocio y más placer, como aquella campaña tan lista de las tabaqueras: “Fume menos, sabe mejor”. Pues eso, consumamos menos y vivamos mejor.

Próxima semana: ODS 13, Acción por el clima
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