31/10/2021
 Actualizado a 31/10/2021
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Los humanos somos arrojados al mundo babeando y sin rechistar, como viajeros forzosos a coger el tren de la vida. Lo malo es que llegamos incluso a matarnos por alcanzar los asientos más cómodos. La esencia de todo mal es convivir en la envidia o el odio. Por ello nos gustaría leer noticias como la siguiente en un hipotético ‘Diario Optimista’: «Después del gran éxito obtenido por el Envidiamidol, que ha permitido erradicar –especialmente en España donde era endémico– padecimiento tan nocivo como la envidia, el Cisma (Centro de Investigación de Sentimentos Malvados), de Buenos Aires, lleva a cabo intensas investigaciones en pro de un remedio contra el odio, el Odiopentamil, capaz de disolverlo como a la babosa por la sal. Aunque ya se han conseguido buenos resultados en hienas, cobras y pirañas, la aplicación a los humanos llevará todavía algún tiempo, debido a su mayor complejidad en comparación con especies inferiores, según ha revelado la directora del centro, la doctora Amor Sutil de Dios, en su libro ‘El ocaso de las odiologías’. Con la desaparición de la envidia y el odio se daría por hecho el final de lacras auxiliares, como rencor, crueldad, resentimiento, violencia, inquina, saña, repulsión, perversidad, etc., dando un giro copernicano a la conducta humana. Tan trascendental descubrimiento solucionaría multitud de problemas, puesto que los recursos que antes se destinaban a armamento, cárceles, reformatorios, policía, agentes de seguridad, etc., se reconducirían a solucionar losgraves achaques de la humanidad (hambre, miseria, epidemias, pandemias, migraciones, etc.). Según la doctora bonaerense, los logros alcanzados hasta ahora no hubieran sido posibles sin haberse adoptado el principio de que el hombre es malo por naturaleza, desmintiendo la concepción rousseauniana de que los mortales somos innatamente buenos».

Pero dejemos al margen las simulaciones y centrémonos en la triste realidad de todos los días. Mientras el remedio no llega contra sentimiento tan devastador, seguiremos oyendocotidianamente noticias en las que el odio no es peccata minuta. Cuenta María Zambrano («Los intelectuales en el drama de España») que en un Instituto de Enseñanza Media de Madrid, donde prestaba sus servicios como profesora durante el curso 1935-36, se quedó a escuchar a un joven compañero recientemente ganador de una cátedra de Literatura en la Universidad de Murcia,(Joaquín de Entrambasaguas), que daba una conferencia sobre Lope de Vega, y sufrió una de las más amargas decepciones de su vida. Al final de la conferencia y sin venir a cuento, el conferenciante arremetió contra los escritores de la llamada «generación del 98», diciendo a los alumnos que tenían que odiar y barrer por antinacionales y antipatriotas a todos los intelectuales de esa generación y a otros que les seguían. Sus palabras expandían el odio en aquella sala repleta de adolescentes que no habían leído nada a ninguno de ellos y que iban a llenarse de asco sin conocerlos. María Zambrano se indignó y preguntó al joven que cómo podía decir tales cosas. La contestación fue aún peor que lo dicho en la conferencia. Vio tal odio en su voz que se retiró llena de amargura, pensando en que ese odio injusto sería vertido por docenas de años sobre el alma de los alumnos universitarios que tuvieran la desgracia de asistir a las clases de tan infausto colega. En nombre de lo nacional se enseñaba a la juventud a odiar a los hombres de tan insigne generación. Infelizmente, la odiosis sigue siendo hoy una enfermedad incurable.
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