04/06/2022
 Actualizado a 04/06/2022
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Cada vez con más frecuencia me asalta la idea de que quizás una solución para reducir el ruido y la bilis que inunda Twitter sea la de limitar el número de tuits que pueda publicar cada usuario al día. De esta manera, la gente se pensaría un poco más cuándo gastar sus cartuchos y a lo mejor así, deja de publicarse tanta bazofia. Imagínense que cada persona por ejemplo sólo pueda publicar 5 mensajes diarios. ¿No creen que sería mejor tanto para ellos como para el resto de usuarios de esta red social?

Esta reflexión tiene su origen en el cansancio que me provocan ciertos tuiteros que utilizan Twitter únicamente para su vanagloria personal y para criticar e intentar desprestigiar a personas y entidades. Se creen en posesión de la verdad absoluta y tras cada comentario suyo, salen de debajo de las piedras palmeros que retroalimentan al autor de dicho mensaje. Una vida muy aburrida y artificial tienen que tener, para verse obligados a acudir a las redes sociales para recibir la aprobación de su populacho. Si tuvieran limitado el número de tuits a publicar se reduciría, sin duda alguna, la intensidad de odio tuitero.

Lo más indignante es que haya personas que teniendo tu móvil en vez de llamarte para darte su opinión sobre algo que has hecho o dejado de hacer, evitan decírtelo a ti en privado y se vienen arriba a través de Twitter. Esta reacción siempre me ha parecido cobarde y que denota un vicio por manipular que está al límite de ser tratado por un especialista. El que actúa así no busca querer solucionar un supuesto problema, lo único que pretende es, como decía antes, generar ruido y odio.

Hace no mucho tiempo, un colega de profesión se columpió con un comentario suyo en Twitter en relación a la actividad de una de las entidades periodísticas que tengo el honor de dirigir. Lo que decía era simplemente mentira. En ese momento tenía dos opciones, entrar a la guerra tuitera e intentar humillarle públicamente o buscar su número en mi lista de contactos del móvil y hablar con él directamente en privado para hablar sobre el tema en cuestión. No lo dudé ni un instante, me decanté por la segunda de las opciones y hablé con él en privado. Lo que pasó después ya se lo imaginan. Me pidió perdón por el error y automáticamente borró el tuit.Claro que podía haber utilizado ese resbalón para ganarme adeptos y autoproclamarme como el gran defensor de los valores universales, pero saben qué, no necesito un baño de masas virtuales y menos, que sea a través del intento de señalamiento y humillación al prójimo. Así de fácil y así de difícil parece que es para algunos.
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