29/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Tras varios días de avisos, ya está aquí la temida ola de calor. Esa, que les va a venir de perlas a las tiendas de electrodomésticos, y si no que se lo digan a Rosa (la de Toni, es vídeo, Toni es televisor…), que no para de vender aires acondicionados y ventiladores de los de toda la vida. Llegan los cuarenta grados y sube la factura de la luz por el aumento de consumo, y la gente se empieza a poner nerviosa porque estamos metidos en pleno fin de semana y no tenemos el árbol asegurado en la piscina.

Es tal el ansia viva, que antes de que el golpe de calor llegue al viejo reino, el personal ya se ha apresurado a sacar del armario los pantalones cortos, aún con el riesgo de oler a naftalina.

Hubo un tiempo en el que en el norte vestíamos bien, y en el que el pantalón corto únicamente estaba reservado para los niños y los dueños de los yates. Pero el asunto se nos ha ido de las manos, y el mal gusto se ha apoderado de nuestra querida ciudad. Empieza a ser habitual ver al personal vestido de corto esperando en la consulta médica, en la oficina bancaria para actualizar la libreta o incluso en alguna redacción de periódico de provincias (por lo visto en Herguijuela debe de ser el último grito). Y como la condición humana es de aquella manera, esto no se para en un simple pantalón azul marino con la raya bien planchada, ¡ni mucho menos! El personal da suelta rienda al manual de estilo que todos llevamos dentro, dejándose ver con ciertos colores que algunos pensábamos que ya no existían, o prejubilados que desde primera hora esperan impacientes a que abran el Alimerka, con pantalones piratas y camisetas sin mangas.

Ahora que todo parece indicar que el próximo viernes José Antonio tomará posesión como nuevo alcalde de la ciudad, y que su primera medida será la de cerrar el tráfico a la calle Ordoño II, con el fin de que tengamos una ciudad más limpia y moderna. No lo tendrá fácil, porque el León rancio tiene miedo a los cambios, como tampoco lo tuvo Pedro Llamas, cuando dio un giro total a las fiestas patronales concentrando todo en una semana, y llevando los conciertos a la Plaza Mayor; o como cuando los iraquíes al entrar en Bagdad tiraron la estatua de Sadam ayudados por el tanque americano.

Aprovechando esta primera medida, que muchos padres ciudadanos y consumidores celebramos; yo iría más allá, incluyendo una ordenanza que regule de alguna manera el uso de pantalones cortos para señores con una cierta edad, como los gimnasios de más de cuarenta (gran idea) o los hoteles que tanto «adora» mi querida madre en apuros esos que no admiten niños pero que dicen que están a favor de la conciliación.
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