02/11/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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No es el tiempo el que pasa, somos nosotros quienes pasamos por el tiempo, a través de su tamiz. La vida no es si no ese resultado, la harina en que quedamos cuando nos muelen las piedras molineras de los días.

Octubre se comportó como el perfecto anfitrión que no quiere que se vayan sus invitados. Un mes en apariencia tímido, hamletiano, entre el ser y no ser, transición entre vendimia y fríos, por esta vez nos regaló el tesoro de las horas serenas –aquellas que no tienen otro afán que el de tomar conciencia de nuestro transcurrir– y el sol se mostró con la magnanimidad de un rey dispuesto a abdicar de su poder, con la sabiduría y la clemencia de quien ya va camino del retiro.

Dejamos atrás octubre montados en un 2 Caballos–«para gente encantadora»–. Mañana luminosa en la que no es posible la mentira, mañana sin resquicios en la que cuesta concebir el mal y a los malvados. Arribamos a la Maragatería, a sus pueblos de piedra solitarios, en los que no hay nadie o todavía duermen o se están despertando y, más por costumbre que por necesidad, dan llama a la leña en la cocina, impregnando la luz de un ligero humo, no más que una calada, suficiente para aromar el día con el olor a hogar, a lumbre en el hogar, que así huele la encina al arder en la caldera de hierro colado.

En Valdespino de Somoza, encontramos el armario de una nevera vieja, ya sin frío, un juguete de niño con ruedas, dos tambores de lavadoras huérfanos, unas cadenas, unos bidones de pintura sin pintura, unas poleas y un esqueleto de troncos de negrillos enfermos. Vistos así, estos elementos no pasan de la condición de trastos con sus almas ya destartaladas. Pero donde los ojos ven, la mente puede volar. Ni siquiera el sol puede compararse a la maravilla de un ser humano con imaginación y voluntad de realizar. Como Manuel, profesor de Educación Física que regresó de la Argentina después de 30 años y concibió el sueño y lo llevó a cabo de un gimnasio ecológico en mitad del campo, en una tejera abandonada, dando una nueva vida a un espacio muerto, resucitando lo que otros tiraron o simplemente abandonaron. Como ese cuerpo de nevera hoy transformado en máquina de remos. Hagan ejercicio, pero sobretodo ejerciten la imaginación, serán más felices.
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