Imagen Juan María García Campal

Ocasión de normalización

07/10/2020
 Actualizado a 07/10/2020
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Mientras escucho datos sobre el estado de la salud pública por efectos de la pandemia, mientras me pregunto qué hemos hecho u omitido para llegar a este sin vivir que las necesarias medidas tomadas por las autoridades –evito calificar de in o competentes–aún agravan más y que ahora sí afectan a toda la ciudad en que más habitualmente resido y que, sin exculpación alguna, nos enfrentan a nuestra realidad más cotidiana; mientras todo esto, recuerdo y pienso y busco humor y optimismo desde los que, aun sea forzando ironías, poder alimentar una pequeña esperanza aun sea en hipotética ficción.

Así, me abrazo a la primera acepción de esperanza que fija el DLE como «estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea» y la fuerzo al extremo, de igual guisa a la que otros hacen con su tercera extensión de «virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido», aunque a mí ésta, visto ese «se espera», más me parece definitoria de paciencia inmensa amén de eterna.

De este modo, me esperanzo en la siguiente hipótesis –«suposición de algo posible o imposible para sacar de ello una consecuencia»– alrededor del viaje que el viernes harán el rey y el presidente del Gobierno a Cataluña para participar en el acto de entrega de premios de la Barcelona New Economic Week y después visitar, juntos también, la empresa emergente 3D Factory Incubator, primera incubadora europea de alta tecnología en impresión en tres dimensiones. Hipótesis que, para su desarrollo y confirmación, precisaría ampliar tal viaje a muchas más personas con supuestas responsabilidades de Estado y, peor, de nuestros anímicos estados.

¿Se imaginan que, además de los citados, visitasen la incubadora, por ejemplo, el indiscreto presidente del Poder Judicial, la mediática lenguaraz del 1% (que 66420 vidas no son nada) doña Ayuso, el elocuente consejero de Salud y Familias de Andalucía y portavoz –¡ay, madre!– de su gobierno y también los más aguerridos provocadores, perdón, portavoces parlamentarios (ponga cada cual dos de su disgusto) y en una generosa demostración de la eficacia impresora de la incubadora nos los imprimiesen, ¡a todos!, en avatar corregido? No los distinguiríamos y seguro tomaríamos menos ‘tranquivaliums’, farmacológicos o no, y hasta sin duda mentaríamos menos sus árboles genealógicos.

Mas mucho me temo que se perderá esta ocasión de normalización institucional, política y ciudadana.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. Cuiden, cuídense.
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