05/01/2023
 Actualizado a 05/01/2023
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Mis propósitos de año nuevo suelen durar menos que una piruleta en la gran cabalgata de esta tarde o que las promesas de los gestores de la cosa pública y por eso admito sin tapujos que en solo cinco días ya se han ido al guano. El primero saltó por los aires nada más desenvolver anoche el primer roscón, mientras que no dejar para última hora la carta a los Reyes Magos era otro de esas misiones absurdamente autoimpuestas que intentaré remendar escribiéndola en este su periódico para ver si así estoy a tiempo que la lean hoy mismo.

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:

Sé que sois solo tres, pero con empeño e ilusión nos hacéis muy felices a todos en una sola noche. A eso le llamo yo productividad y no a la de quienes se pasan todo el año anunciando regalos desde sus cómodos escaños para que al final en este terruño siempre nos dejen carbón. Y de importación, claro.

Por eso os pido que nos prestéis vuestra estrella para que nos guíe cuando los leoneses tengamos que elegir a quienes en teoría cobran para conseguir que alguna vez nos caigan un pijama, un par de calcetines o una colonia. Vamos, que dejemos de dar acomodo a políticos mediocres que tienen mucho más hormigón en el cutis que en las obras estatales que deberían haber desbloqueado. Y buena prueba de ello es que siguen cacareando que nos va bien gracias a ellos. No les vendría nada mal como penitencia pasar una noche ejerciendo de pajes y portando de casa en casa vuestros regalos por tomarnos por imbéciles.

También os pido un bozal para mandárselo al alcalde de Valladolid, que presume de ser quien engrasa el motor de esta nuestra comunidad y oculta a sabiendas que muchas de sus piezas han esquilmado el resto de las provincias, esas que ahora considera un lastre.

Y no estaría mal recibir unas anteojeras para que quienes gobiernan este adefesio autonómico no se desvíen del camino, porque después de mucho tiempo –y por miedo al leonesismo– están ejecutando proyectos pendientes y potenciando nuestro propio motor, que es Villadangos. Es tarde, como para escribir la carta, pero más vale tarde que nunca y nunca es tarde si la dicha es buena.
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