Nuevos versos del romance del hombre que mató a la muerte

Juan José Padilla vuelve a meterse al público de León en el bolso con 4 orejas y un rabo, y salida a hombros con Fandi

Fulgencio Fernández
28/06/2015
 Actualizado a 18/09/2019
Juan José Padilla da una triunfal vuelta al ruedo acompañado de sus dos banderas, la de España y la del Pirata que lucha desde su grave cogida. | MAURICIO PEÑA
Juan José Padilla da una triunfal vuelta al ruedo acompañado de sus dos banderas, la de España y la del Pirata que lucha desde su grave cogida. | MAURICIO PEÑA
Van llegando en sus furgonetas. Padilla el primero, feliz en León, para con todos, bromea, hasta que llega a la capilla. Parece que su parche tiene magnetismo, todos miran hacia él, Padilla lo sabe,sonríe. Agacha la cabeza y entra, una mujer le va a pedir algo y un subalterno le dice «ahora no, deje al maestro». Entra, se pone frente a la Virgen del Camino y se retira a una esquina.

Detrás llega El Fandi. El más anónimo. Le dejan pasar y también camina hacia la capilla. Hace el mismo rito y se va junto a Padilla, besa al maestro y le da la mano a los subalternos.

El último es Paquirri. Emoción. Muchas mujeres para hacerse selfies, para decirle que le conocen. Camina serio. Apenas alguna sonrisa y posa mecánicamente. Entra a la capilla y hace lo mismo, besa a los maestros...

Ya están los tres protagonistas, por orden de intervención. El torero que escribió el romance del hombre que mató a la muerte y dejó un ojo en el empeño; el niño que nació en las páginas del Hola y era hijo de la musa de quienes se concentraban el 20 Nen Madrid antes de ser hijo del torero de la muerte televisada, de quien cogió su nombre. YFandila, ese granadino con piernas de futbolista rápido que sabe que tiene que abrirse camino con sus propias fuerzas, que son muchas.

Ala arena.

Rompe el fuego Padilla, Juan José, el torero que impresionó a los leoneses cuando vino a torear con el parche nuevo, dolores por todo el cuerpo y un zumbido en los oídos que volvería loco a cualquiera. A él no. Y escribió aquí el romance del hombre que mató a la muerte. Yla plaza se puso pata arriba.

Regresa. Sabe que el poema ya está escrito y pero es consciente de que siempre es posible añadirle nuevos versos. Y ayer se los añadió. Cogió la pluma con el primero, al que cortó dos orejas, y remató en un cuarto del que también se llevó el rabo.

¿Cómo lo hace?Es listo como todos los que decidieron entre el hambre y la gloria. Es valiente como quien ya habló con San Pedro a la cara. Es andaluz meloso y pinturero, y eso gusta en el norte y emociona a las madres. Los recibió a los dos de rodillas, sólo los pinchó una vez, puso las banderillas sin que se lo pidieran (a Paquirri se lo pidieron y no las puso)y no le hurtó a los espectadores el placer de disfrutar con su famoso violín. Lo que le pidas y cuando se lo pidas.

Brinda al público, se vuelve a arrodillar en la faena, tira de variedad, de muleta al viento, floritura y valor. Así obliga al presidente a sacar dos veces el pañuelo, dos orejas.

Lo curioso vino en el cuarto. Olo buscado, o la suerte, o el valor. La faena iba parecida a la primera suya pero el toro llegaba con algo menos de fuerza, tal vez se quedaría con una oreja cuando entraban en la recta final. Padilla lo percibe, al Ciclón de Jerez le gusta León y sabe que si pasa algo habrá respuesta. Liga una serie, para al toro y se pone de rodillas ante él, le enseña su parche y su ojo. El toro se arranca, Padilla reacciona, libra por los pelos, se enrabieta, coge la muleta, liga una serie vibrante aprovechando el brío del toro que intuyó su cuerpo y ahí escribió los nuevos versos del romance del hombre que mató a la muerte. No dejó bajar la intensidad, en eso es un experto. Entró a matar con ganas, clavó la espada hasta la empuñadura y la plaza, como él sabía de sobra, se volvió loca. Unas peñas gritaban "torero", otras "Pirata" y todas pedían trofeos. La presidencia sabía que remaba a favor de corriente. Dos orejas y rabo.

Vuelta al ruedo eterna y el Padilla cercano. Al acabarla posa las banderas, se arrodilla, coge arena de la plaza, la besa y se la lleva en un bolso que situaba junto al corazón.

- ¡Qué listo es!;decían.

¿Quien dijo que el mundo es de los tontos?

El chaval de Granada, David Fandila, también se sabe querido en esta plaza. Se le afiló el colmillo después de ver la primera faena de Padilla y salió a la guerra. No la ganó pero la empató. Hizo de todo, no se le quedó nada sin conceder, ejerció de Padilla pero es el Fandi. Recibió de rodillas, puso unas banderillas muy suyas, espectaculares, un prodigio de fuerza y riesgo, corriendo hacia adelante y hacia atrás, dejándose encerrar junto a las tablas para salir con suficiencia, saltando la barrera... Todo menos el violín, sabe que ésa es especialidad del maestro de Jerez.

Repite en la faena, cargada de gestos. De nuevo de rodillas, de nuevo sin muleta ante la cara del toro, de nuevo poderoso y también pinturero, que también él es andaluz.
También mata de manera fulminante y llega el empate. Dos orejas.

Cuando salió para el último toro habían pasado cosas. Padilla había guardado la arena en el corazón y Paquirri había marchado en medio de una bronca. Lo volvió a intentar. Si el presidente estaba de dar rabos ¿porqué a él no? Pero daba ayer la impresión de que hasta los toros querían que fuera Padilla quien escribía los versos de su romance. Ya media faena el toro se rajó, perdió fuelle y color, a Fandi se le vino un poco el mundo encima y tampoco entró a matar con la fe que lo hubiera hecho si la gloria estuviera en la bola de la espada.

Los ojos se volvieron hacia Padilla, el guerrero de solo ojo.
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