Nuestros insignes paisanos

En su último libro de cuentos publicado en vida Antonio Pereira nos cuenta anécdotas sobre personalidades del mundo leonés y nacional que hacen las delicias de los curiosos

Raquel de la Varga y Leticia Barrionuevo
18/07/2018
 Actualizado a 15/09/2019
Antonio González de Lama y Antonio Pereira. |L.N.C.
Antonio González de Lama y Antonio Pereira. |L.N.C.
Ni los diarios, ni las memorias; incluso las biografías son incapaces de ofrecernos la visión tan particular y cargada de significados como la que de ese alguien puede dar un amigo. Sucede además que, cuando el que nos lo cuenta es Pereira, es como si ese amigo se acercara maliciosamente a nosotros a revelarnos un secreto, con una cercanía de salón y chimenea capaz de traspasar el papel.

Don Antonio acostumbró en toda su obra a hacer reconocibles entre sus personajes a personalidades del mundo del arte y la cultura, cada vez con menos disimulo. Es difícil que a un leonés no se le hinche el pecho de orgullo al reconocer a uno de nuestros paisanos más insignes del último siglo: don Antonio González de Lama.

Esto sucede en ‘El asturiano de Delfina’, donde al párroco que pasea rodeado de sus pupilos por las calles de León no necesita nombre para ser reconocido, y en «La inocencia del filósofo» de su última obra, ‘La divisa en la torre’. Al escritor prodigioso no le hace falta una novela para hacer aún más grande la figura de un intelectual como De Lama: en apenas página y media es capaz de conmovernos con la semblanza humana del sacerdote que, aun experto en las digresiones filosóficas y literarias del teatro griego, es incapaz de no emocionarse la primera vez que acude a la representación de una obra de teatro de las de verdad, aunque esta sea la antítesis de la elevación moral de los Clásicos, o sea, ‘Maribel y la extraña familia’.

Y así con muchos otros del panorama nacional e internacional, desde Camilo José Cela armando escándalo por los mesones de Villafranca, pasando por la famosa cama de Vicente Aleixandre en la que escribía panza arriba hasta su recuerdo de Borges y los milicos. La mención especial se la llevan nuestros paisanos: Victoriano Crémer, Antonio Colinas y Filemón de la Cuesta. Los que estuvieron y el que está no necesitan de nadie que los defienda, pero Pereira sabe resaltar toda su bonhomía y su sentido del humor.

Sin embargo, si hay un escritor por el que nuestro berciano predilecto siempre ha sentido admiración confesa es nuestro segundo berciano más insigne de la historia de la literatura: don Enrique Gil y Carrasco. Al autor de la novela romántica española por excelencia –‘El señor de Bembibre’– la tuberculosis lo pilló en Berlín. Allí murió y allí se quedó su cuerpo, per secula seculorum si no fuera porque en 1987 se repatriaron sus restos en un avión ruso. Y de cómo el alcalde de Villafranca los recogió en Barajas y los paseó por Madrid y pasaron la noche en el garaje de un hostal de carretera nos da todo lujo de detalle Pereira, a quien en el viaje se le apareció el fantasma de don Gil para contarle sus peripecias vitales hasta el día de su muerte. Gracias a él sabemos también cómo entró con todos los honores en un coche con banderines por Villafranca, como alguien de su talla merecía. Gracias a esta y otras muchas historias que conocemos a través de sus cuentos ha llegado a emocionarnos, aunque como en este caso, descubramos fácilmente que en parte son mentira. Por suerte, también su literatura nos ha enseñado que «eso importa poco cuando la historia es bonita».

Datos prácticos

La Fundación Antonio Pereira se inaugura una mañana fría y nevada, ochos meses después del fallecimiento del escritor. Se ubica en la Biblioteca General San Isidoro de la Universidad de León, dentro del Campus de Vegazana. La institución nace con un propósito definido que es acoger, difundir y preservar el legado literario del autor berciano, así como impulsar actividades científico-culturales, de interés social, relacionadas con su persona. Pereira ha destacado como narrador oral y muestra de ello es su papel en la película ‘El Filandón’, dirigida por José María Martín Sarmiento, en 1984 donde se encarga de relatar el cuento titulado ‘Las peras de Dios’.

Antonio González de Lama nace a principios del siglo XX en Valderas, y aunque fue de sacerdote carrera, desarrolla diferentes actividades durante toda su vida.

Destacamos su labor como profesor, bibliotecario, poeta, crítico literario, filósofo y periodista, todas ellas realizadas con gran entusiasmo y esfuerzo. Don Antonio ejerce de profesor en centros religiosos de enseñanza media y superior y asume la dirección de la Biblioteca Azcárate, fundada en León en 1921 por iniciativa de Gumersindo Azcárate, por aquel entonces, director de la Institución Libre de Enseñanza. Su faceta de poeta y crítico literario ha tenido repercusiones maravillosas y evidentes: por un lado la revista Espadaña, la primera publicación de poesía y crítica literaria de la posguerra española, creada por él junto con otros jóvenes e inquietos poetas de la época, un hito de la historia de la poesía de posguerra así como de nuestra ciudad. Por otro, el Premio Nacional de Poesía Antonio González de Lama, que el Ayuntamiento de León recupera, en 2016 después de algunos años sin convocarse.

Pereira y González de Lama fueron grandes amigos, compañeros de profesión y dos figuras reseñables en la cultura leonesa del siglo XX en el ámbito del periodismo y la literatura. Los dos han sido galardonados con diferentes premios y homenajeados en la ciudad de León y fuera de ella.
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