Nuestros antepasados y las barreras

Por José Javier Carrasco

10/01/2023
 Actualizado a 10/01/2023
La Braña 1, el ‘leonés’ moreno de ojos azules de hace 7.000 años. | PEIO GARCÍA (ICAL)
La Braña 1, el ‘leonés’ moreno de ojos azules de hace 7.000 años. | PEIO GARCÍA (ICAL)
Corre el año 1856 y en el valle Neandertal del Ruhr – bautizado así por el poeta y compositor de himnos eclesiásticos del siglo XVII Joachim Neander, que vivía durante los veranos en una de sus cuevas –, en el interior de la caverna de Feldhof, unos obreros, mientras realizan voladuras para excavar canteras, tropiezan, medio metro debajo de su antigua superficie, con varios huesos de un esqueleto, entre ellos una bóveda craneana. El dueño de la cantera comunica el descubrimiento al profesor del ‘Gymnasium’ de Eberfeld, Johann Carl Fuhlrott, que ve en el cráneo diferencias respecto al del hombre contemporáneo. Resultó ser la primera pieza hallada de neandertal de la que tenemos noticia. En 1865 encuentran, en otra cueva del mismo valle, restos de varios animales extinguidos. La antigüedad del cráneo parece quedar así confirmada; sin embargo, en 1872, toda una autoridad científica, Rudolf Virchow (1821-1902), en una sesión de la Sociedad de Antropología de Berlín, niega cualquier validez al hallazgo y asegura que el cráneo pertenecía a un hombre moderno aquejado de artritis deformante. Prende la polémica.

«En Gotinga, en 1875, se imprime la tesis del estudiante J. Wihelm Spengel, quien asegura que la deformación patológica del cráneo de Neandertal está fuera de toda duda. Un anatomista de Bonn, sostiene que el cráneo de Neandertal perteneció a un cosaco mongol de los ejércitos napoleónicos. Rudolf Wagner, anatomista de Gotinga, dice que se trata de un holandés; el inglés Blake asegura que es el cráneo de un pobre demente; Wallace lo atribuye a un salvaje que fue a dar a Europa; Pruner confirma que es de un celta; Davis indica que es de un europeo deforme y otros opinan que es el cráneo de un ermitaño enfermo mental ...». Así refiere el arqueólogo Herbert Kühn, en ‘El arte de la época glacial’, parte de la enconada polémica suscitada por el descubrimiento de Fuhlrott (Daumier ridiculiza en una caricatura a unos estudiosos debatiendo acaloradamente sobre un cráneo). Los orígenes de la historia de la paleontología humana están sembrados de controversias parecidas. Una historia que discurre acompañada de sorpresas inesperadas.

En 2006, unos excursionistas hallan de forma casual, en la cueva La Braña-Arintero, en la localidad leonesa de Valdelugueros, – de excavar el yacimiento se encargaron arqueólogos de la Junta de Castilla y León, bajo la dirección de Julio Manuel Vidal Encinas –, los restos de dos antecesores nuestros que vivieron durante el Mesolítico y fueron recolectores-cazadores. Bautizados como La Braña 1 y La Braña 2, el estudio del genoma de La Braña 1 determinó que tenía la piel oscura y ojos azules. Eso testimoniaría tanto nuestro origen africano como el componente genético aportado por pobladores provenientes de Europa del Norte. Si a eso añadimos que ese genoma estaba emparentado con pobladores de Eurasia central, debemos suponer que esos antepasados de hace 7000 años viajaron bastante, antes de decidir dónde asentarse. Los iniciadores del estudio de la paleontología humana a mediados del siglo XIX, aquella activa partida de naturalistas, arqueólogos, simples curiosos ..., serán de los primeros en cuestionar que el hombre tuviera una antigüedad de solo 4000 años, – supuestamente la del diluvio – , como defendían los creacionistas; confirmando que todo es relativo. Relatividad que es un pilar del pensamiento científico. El diluvio universal, la incuestionable barrera que La Braña 1 superó al menos en tres mil años.
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