31/12/2022
 Actualizado a 31/12/2022
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Encontrarnos ustedes y yo hoy en esta columna semanal, queridos lectores, suena a privilegio, a «encuentro cuco», como cuando Doris Day y Rock Hudson compraron a medias un pijama en el film de Delbert Mann allá en 1961. Me siento afortunada por poder desearles un buen fin de año y mejor entrada en el enigmático 2023, que no sabemos qué pueda traer bajo el brazo, pero habrá que ser positivos, digamos que nos gustan los impares.

Tomaremos las uvas y besaremos a quienes amamos, olvidándonos por un rato de los retos que nos esperan agazapados en cuanto el calendario empiece a deshojarse y los Reyes Magos dibujen en nuestros rostros la última sonrisa del invierno. No será fácil dar los primeros pasos, la inflación será como un aterrizaje de emergencia y el nuevo año será una estocada certera contra el derecho a usar automóvil propio, aunque muchos ayuntamientos retrasarán en la medida de lo posible el establecimiento de las zonas de bajas emisiones, ya que 2023 es un año electoral y no quieren tragarse ellos un «sapo» engendrado por otros. Hay una única salvación a esto de tener que cambiar de coche en mal momento, y se reduce a pagar tasas. Sí, como lo oyen, ya salió el 20. (¿Así que era eso?). Ya ven, contaminar más o menos es solo cuestión de pasta, como todo. Es posible que dentro de un tiempo nuestros mediocres gobernantes acaben admitiendo que un coche eléctrico de ecológico no tiene nada, denles un par de años e iremos todos en transporte público o en patinete. En fin, será difícil, pero siempre quedará la poesía, nos queda por ejemplo Benedetti: «No te rindas, por favor, no cedas, / aunque el frío queme, / aunque el miedo muerda, / aunque el sol se ponga y se calle el viento, / aún hay fuego en tu alma, / aún hay vida en tus sueños, / porque cada día es un comienzo, / porque esta es la hora y el mejor momento, / porque no estás sola, / porque yo te quiero». Ya saben, no se rindan, feliz año nuevo.
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