06/03/2023
 Actualizado a 06/03/2023
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Hablaremos hoy aquí de la ganadería extensiva de nuestra montaña del alto Esla, río padre; pero, en el fondo, de lo que estamos hablando de verdad es de nosotros mismos. Nosotros, los descendientes de aquellos rebaños de vacas, de caballos, de ovejas y de cabras, que pacían montes y laderas, valles y llanuras, entre robles y urces. Nosotros, los entonces ninguneados por pobres y hoy por protestones. Nosotros, aquellos niños que jugaban al ‘manrro’ y a los bolos y a ‘tres navíos en el mar’ y subíamos a los árboles a buscar los huevos de los nidos para comerlos. Y que, luego, tuvimos que ‘bajar’ a la ciudad para que nos instruyeran aquellos que entendían mucho de maturrangas leguleyas y poco o nada de los pastos del ganado y de los cantos de sirenas.

Pero resultó que los que mandaban eran ellos. Y nuestros intereses y los suyos no eran los mismos. Aquí mandamos nosotros, nos dijeron. Y el problema estaba en el ‘aquí’ que para nosotros no significaba ‘todo’ sino una parte solamente. Por eso, lo que nunca nos enseñaron fue a descifrar las siglas, que son los nombres que ellos les ponen a las cosas. CSP. PAC. Fega. FAO. Sigpac. Y ahí estaba el ‘busilis’, que es la trampa.

La última es la amenaza de la Junta contra la ganadería extensiva. Les dicen a los ganaderos que su actividad no es ya viable. Y se basan en un formidable y sospechoso enredo camuflado entre las siglas siguientes: Fega (Fondo Español de Garantía Agraria), y Sigpac (Sistema de Información Geográfica de Parcelas Agrícolas). Y de poco sirve que la FAO haya dictado que esa ganadería es sostenible y muy válida contra los incendios, contra la despoblación, para la protección del paisaje y los ecosistemas. Les dicen: Ganaderos, sois sostenibles pero no viables. ¿Este es el final de la ganadería extensiva?.

No es este el lugar para desvelar la trampa que se esconde en este pretendido enigma; pero vaya cada cual en busca del ‘cui prodest’ (a quién beneficia) el impedir que el ganado paste las laderas de los montes y los valles y las llanuras entre robles en los que aquellos niños que nosotros fuimos siguen pensando cada vez que vuelven hacia atrás la vista para buscar la fuerza necesaria para afrontar esta pandemia de vivir algunos de nosotros en ciudades en las que ni nos permiten hablar en nuestro idioma.

Después extraña que algunos padezcamos de esa enfermedad llamada Ahedonia, que consiste en no disfrutar de nada y padecer de la incapacidad de sentir placeres como el esfuerzo y la justicia. No somos viables.
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