25/05/2022
 Actualizado a 25/05/2022
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«Un no da miedo, hay que dejarlo siempre al borde de los labios y dudarlo». Pero el poeta se refiere a ese no que puede herir un corazón y atravesar como flecha las esperanzas que nadie le dio. Yo hablo de otro no, cada día más perseguido, como lo estuvo el lobo, que se refugia en ambientes clandestinos y no tardará en ser ilegal.

Así como el tacto es el primer sentido a través del que descubrimos el mundo –cuyo inicio es nutricio y bondadoso, el pecho de la madre–, lo distinto a nosotros, también el no es nuestra primera empalizada, la que hace saber al mundo que somos diferentes, no sólo partes de su todo.

Está mal visto el no en esta sociedad uniformada. Programas informáticos espían conversaciones y mensajes, saltan alertas cuando aparece un no. Es lógico. El no está en el origen de todo cambio, es la chispa con la que comienzan las revoluciones, la llave que abre la puerta al conocimiento, a los descubrimientos. No, la tierra no es el centro y se mueve. Copérnico y Galileo con ese no nos pusieron en nuestro lugar. No, el poder del Rey no viene de Dios. Fue decapitado y el pueblo se creyó soberano y se declararon derechos para todos los seres humanos. Derechos que se conocen como «negativos» porque niegan, dicen «no» al Estado: No puedes prohibirme decir, no puedes prohibirme creer, no puedes prohibir que me reúna ni que me manifieste, no puedes entrar en mi casa ni leer mi correspondencia. El no es la primera defensa, el torreón que defiende al individuo, que impide que lo aplasten, que lo pisoteen, que lo humillen, que lo anulen. La libertad nace del no. No, no aceptaré ni una paliza más. No, no consentiré otro insulto. No, me niego a que me adoctrinéis.

Hoy se señala con el dedo a quien dice no. Han conseguido la cuadratura del círculo, el engaño perfecto de hacernos creer libres cuando vivimos en la sociedad más puritana de todos los tiempos, la que no admite disidencias ni desvíos. A quien dice no se le llama negacionista, al que no está de acuerdo con las doctrinas impuestas, oficiales, sean las que sean, negacionista. Antes le llamaron hereje. Distintas palabras para significar lo mismo: miedo y odio a quien difiere, a quien osa llevar la contraria, a quien tiene otra propuesta. Antes lo quemaban en la hoguera, ahora lo abrasan en las redes sociales.

Y la semana que viene, hablaremos de León.

Ps: En las librerías les espera ‘Y por esto el príncipe no reinó’. No lo dejen sólo, él no lo haría.
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