No cabe un tonto más

Comenzamos esta columna con una noticia de última hora que está haciendo que muchos leoneses se lleven las manos a la cabeza y anden con los ojos fuera de las órbitas. Señoras y señores, nieva en enero, algo que sin duda constituye un acontecimiento meteorológico de similar trascendencia que el sofocante calor de julio.

Y les advertimos de la dureza de las imágenes: numerosas aceras cubiertas al amanecer, resbalones, algún que otro coche cruzado... Tragedias que cada leonés debe trasladar de inmediato a las redes sociales para criticar con dureza que no haya un funcionario que se encargue en todo momento de ir delante dejando expedito nuestro camino. ¿Para qué escuchar las recomendaciones y dejar el coche en casa? Y más aún si en la vida nos hemos puesto al volante con nieve, pero nosotros somos más listos que nadie y este miércoles había más tráfico en la cuna de la democracia que cualquier otro día del año.

No cabe un tonto más, de verdad. Entre el teléfono móvil, que nos ha hecho tener la necesidad de opinar sobre todo a cada instante, y los gestores de la cosa pública, empeñados en seguir la senda de la sobreactuación hasta cuando nieva en invierno, estamos apañados. Pero no es de ahora. Ya hace muchos años –cuando quisieron hacernos creer que éramos una gran ciudad y no un gran pueblo– que la oposición critica y el equipo de gobierno hace lo que puede. Ya hace muchos años que nadie está dispuesto a coger una pala y a quitar la nieve de la entrada de su garaje. O al menos no a hacerlo sin poner el grito en el cielo por ello ante la incompetencia municipal. ¿Qué dirían los abuelos de zonas de montaña que tenían que excavar túneles para cruzar a casa del vecino o limpiar un kilómetro de carretera para poder salir a la general? Fijo que dirían eso, que no cabe un tonto más.

Pero el caso es sobreactuar. Y lo vemos también más allá de nuestro terruño con la idiocia de los populistas de extrema izquierda, que se erigen en únicos defensores de las mujeres mientras echan a los violadores a la calle, y de extrema derecha, que se creen principio y fin de la vida a pesar de su magna incompetencia. Bueno, lo vemos con su idiocia y también con la de los partidos de siempre, que van delante espalándoles el camino.