Niños sin cicatrices

18/11/2020
 Actualizado a 18/11/2020
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El gran Gabo ya lo anunció hablando de su propia experiencia infantil: «A los cinco años tuve que abandonar mi formación para acudir al colegio».

Y no le debía faltar razón, ya que estos guajes lo maman todo, lo aprenden todo y poco a poco se lo vamos robando hasta que no queda casi nada de aquellos seres adorables e increíbles. Otro grande y asiduo visitante de tierras leonesas, el cantante y contante Rafael Amor, lo explicaba en sus monólogos entre canción y canción: «Yo era un ser adorable y feliz, pero cada una de las cárceles por las que fui pasando me dejó cicatrices que me agriaron el carácter: Me dejó cicatriz la escuela, también el colegio y el bachillerato; me dejó cicatriz ese entrenamiento de guerra que llaman mili; me dejó cicatriz el matrimonio; me la dejó mayor el abogado que no me tramitó el divorcio y me ha quitado las ganas de morirme la cicatriz que me dejó el notario por hacer testamento».

Pues los niños sin cicatrices nos están dando unas lecciones que deberían dejarnos cicatrices a nosotros. Han sido increíbles, obedientes y la alegría de las casas en la primera ola de este mar negro; y vuelven a ser los más generosos en la segunda ola de este mar muerto. Siguen la raya, se tapan la boca, no caminan de la mano, obedecen como si entendieran.

Y eso que interrumpimos su educación para llevarlos al cole.
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