Niñofobia

Por Sofía Morán

Sofía Morán
01/04/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El término ‘niñofobia’ hace referencia a la intolerancia que sufren algunos adultos ante los comportamientos molestos de los niños en espacios públicos. Surge hace unos pocos años, sobre todo a raíz del despegue que han experimentado los espacios ‘libres de niños’, con ofertas hoteleras, aviones, o el vagón silencioso del Ave, ese donde tu bebé no puede ir durmiendo tranquilamente pero un adulto roncando y dando el coñazo con su móvil, sí.

Este es uno de esos temas que siempre están de actualidad, en este caso por la noticia de un bar de Salamanca que decidió hace unas semanas imponer unas normas para aquellos padres que acudían con sus hijos al local. ¿Normas? Sí, normas. El listado, que colgaron en la puerta de acceso, prohibía cosas como entrar con cualquier tipo de juguete o que los niños corrieran dentro del establecimiento.

El revuelo llegó rápido, ya saben cómo se las gastan las redes sociales en estos tiempos. Críticas y quejas, pero también muchas voces aplaudiendo la iniciativa y mostrándose de acuerdo en que los lugares de ocio impongan este tipo normas de comportamiento para los más pequeños.

Finalmente, el bar Livingstone decidió dar marcha atrás y retirarlas, además de disculparse en su cuenta de Facebook.

¿Cuál es el problema entonces? ¿Existe realmente la ‘niñofobia’ o lo que aumenta es el número de padres despreocupados y pasotas?

Sé que muchos de ustedes creen que la culpa no es de los niños, sino de los padres, que tienden a echarle jeta al asunto haciendo la vista gorda en el restaurante mientras ‘los angelitos’ incordian al resto de comensales. Y sí, esto pasa todos los días, no voy a ser yo quien se lo discuta. Considero sin embargo que son una minoría, pero son la excusa perfecta para estigmatizar al resto de padres responsables y con sentido común, entre los que me incluyo.

Los niños son niños y se comportan como tal, a veces hablan alto, a veces corren, se ríen y juegan, simplemente porque ese es su estado natural, y no son maleducados por ello, ni sus padres los culpables de darles una educación de mierda.

Yo no soy ese tipo de madre que deja a su hijo hacer lo que quiera porque considere que sus derechos están por encima de los del resto de mortales. Soy más bien una madre estresada que se preocupa de más cada vez que estoy en un lugar público y cerrado. Sufro cuando tengo que asistir a una comida en un restaurante o si tenemos que hacer un viaje en tren. ¿Saben eso de aparecer con la criatura en brazos en la puerta del vagón, y que el resto de pasajeros te miren como si llevaras un cinturón de explosivos? Pues eso.

Con semejante recibimiento no es de extrañar que la tensión me acompañe el resto del viaje. Sufro por si el niño molesta, grita o quiere echar alguna carrerita… No hace falta que les diga que cuando se avecina la temida rabieta, soy la primera en sacarle fuera para evitar las molestias al personal.

Esa es mi forma de hacer las cosas y la de la mayoría de madres y padres que conozco, pero claro, que igual no es suficiente, porque alguno espera que los niños se comporten como animales disecados o que les lancemos un dardo tranquilizante antes de emprender un viaje. Y no, eso ya no.

Basta con un poco de sentido común. No tengo intención de acudir con mi hijo a degustar una fantástica experiencia gastronómica de tres horas en un restaurante de tres estrellas Michelin. Pero déjenme salir de vez en cuando del McDonald’s y los restaurantes italianos con chiquipark.

¿En serio creen que es normal que la sociedad excluya a los niños de la vida social?

Vivimos en una sociedad egoísta hasta el extremo, donde lo más importante es nuestro propio bienestar, nuestra comodidad está siempre por encima de todo, y no dudamos en mostrar nuestra desaprobación o disgusto cuando cualquier cosa nos molesta, especialmente si es un niño. ¿Es compatible esto con la convivencia en una comunidad? Porque digo yo que el que quiera estar relajado sin que nada le turbe, igual debería quedarse en su casa y garantizarse así el ansiado bienestar, ¿no creen?

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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