04/12/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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San Nicolás y su ayudante Pedrito el negro estarán, cuando salga este artículo, navegando cerca ya de Amsterdan donde llegarán el día 5 para entregar regalos y golosinas a los niños de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y parte de Alemania. San Nicolás salió de Alicante en un barco cargado hasta los topes de semejantes mercaderías. Antes de montar en el barco, San Nicolás y Pedrito fueron a tomar un café a un bar delante del puerto. Un amigo que andaba por allí, me escribió un correo contándome lo que había sucedido en el dichoso bar. Juro que no he añadido una ‘j’ de más; aquí no hay sitio para la imaginación.

– Buenos días. Por favor, nos pone dos cafés con leche.

Había en el local varios parroquianos que miraban admirados a los dos personajes, uno viejísimo y el otro joven.

– ¿Quién serán? ¡Vaya pinta que llevan!

La clientela se extrañó, ciertamente, de las vestimentas de San Nicolás y de Pedrito. Uno, el más lanzado, al final se atrevió a preguntar.

– ¿Salen de una fiesta de disfraces?

– No. Es nuestra ropa. Yo, sabe usted, soy un Santo y aquí es mi ayudante. Vamos a partir para Holanda a entregar los regalos a los niños el día 6 de diciembre.

– ¿Es que son ustedes magos?

– No señor. Ya le digo, uno es un Santo...

– ¿Y conceden ustedes deseos?

– ¡Claro!, es nuestro trabajo: regalar cosas, regalar ilusión.

– ¿Me podría conceder a mi algo?

– Pida usted...

– Quisiera ser político. Me he dado cuenta de que es la gente que mejor vive.

– Para eso deberá perder usted la decencia.

– No me importa. Pondré dos caras, como los cántabros: una ‘pa’ joder y otra ‘pa’ que no me jodan...

– Si usted quiere, está concedido su deseo. Dese prisa y monte un partido político; saldrá usted elegido diputado.

El señor se fue dando saltos de alegría. Los demás, al ver lo fácil que era pedir cualquier cosa al viejo, se pusieron en cola, como cuando los niños entregan las cartas a los Reyes Magos de los grandes almacenes. Le pidieron las cosas más inverosímiles: uno, una novia maciza; otro, que le tocase la lotería el 22; otro, ¡incauto!, que le publicasen un libro; otro, ¡inocente!, que el Madrid ganase la Copa de Europa; hasta hubo uno, muy atrevido, que rogó al Santo que su jefe la palmara para que dejase de dar guerra.

San Nicolás prometió que les serían concedidos todos sus deseos. Menos al del Madrid. Milagros, dijo, a la virgen de Lourdes. Salud y anarquía.
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