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Nichos de barrio

22/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Nadie sabe si quien fallece solo muere por soledad o en soledad. Acompañado por la memoria en ausencia, con los muebles como guerreros de Xian, convertido el piso en pirámide de olvidos donde lo poco o mucho que logró reunir en esta vida le ha acompañado en el tránsito hueco del eco sordo de la muerte. Oxidado y ahogado como un pecio en el océano. La soledad es una enfermedad crónica y silenciosa, que tan solo huele cuando es demasiado tarde.

Dicen las estadísticas que cada año mueren unas setenta personas solas en León. Varias decenas más en toda Castilla y León, la última esta misma semana de agosto en el barrio vallisoletano de Pajarillos. Personas que vivieron muertas desde que se aferraron a un respirar olvidado por todos. Enterradas entre el pasillo y la mecedora. Desaparecidas del trasiego, dejadas de la rutina. Mudas. Habiendo aguantado sus últimos años en un purgatorio de cemento y papel pintado, de aparador de los sesenta y libros de antiguo. Un nicho de barrio con flores de plástico, timbre sordo, sin padrenuestro ni visitas los sábados. Inservible lo pasado y lo querido. Perdidas.

Si uno muere cuando le olvidan, ¿con cuántos muertos compartimos la insensibilidad frenética de estas ciudades enfermas? Latiendo solo para la burocracia, para las facturas que se amontonan en el buzón, para los bancos que arañan intereses a su pírrica pensión intacta. Fichados los apellidos y al aire los huesos. Sujetando bien fuerte los recuerdos, soportando su peso con el dolor de la artrosis para evitar que se vuelen como globos de helio. Odiando la eternidad fugaz de quien anhela la tierra. Y olvidado ( y así muerto en vida) uno debe seguir viendo a través de la ventana «aún mañanas luminosas / que bajo un cielo azul, la primavera / indiferente a mi mansión postrera»; que dijo Foxá entregado a su ‘Melancolía de desaparecer’. Qué crueldad. Lo escribió antes de conocer de este tipo de fallecimiento latente que empaña los cristales por los que mirar los quehaceres de los vecinos desconocidos. La soledad no es morir solo, es vivir olvidado.
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