Nicasio cambiaba una banqueta por el beso de un niño

Nicasio el de Orzonaga era un tipo tan singular como entrañable, entretenía el ocio en invierno haciendo banquetas de madera y las cambiaba por un beso, fue emigrante, conducía con 97 años, tocaba la bandurria, vestía capa y escribía en su Facebook

Fulgencio Fernández
19/03/2020
 Actualizado a 19/03/2020
Nicasio García en su taller de Orzonaga rodeado de las sillas que cambiaba por besos. | TERESA CANCELO
Nicasio García en su taller de Orzonaga rodeado de las sillas que cambiaba por besos. | TERESA CANCELO
Podías conocer a Nicasio a través de su perfil de facebook, donde te contaba que caminaba para el siglo de vida; lo podías cruzar conduciendo sus coche «siempre respetando las normas», animando cualquier encuentro con su bandurria, en la bolera... o haciendo banquetas, era un artesano muy curioso y entretenía el ocio del largo invierno haciendo banquetas de madera que apilaba en ‘su taller’ de Orzonaga, más de cien, que en los meses de verano regalaba «a cambio de un beso, casi siempre de niños».

La historia comenzó de una manera curiosa. Ya se ha dicho que Nicasio se movía por las redes, tenía wifi y los chavales acudían en verano a las cercanías de su casa para conectarse: «Primero vino uno, que quería hablar con su madre en Pamplona y necesitaba conectarse. Le dejé, le di el número y en pocos días lo tenían todos los niños del pueblo. En pago les pedí un beso y como recompensa les daba una de mis banquetas».

Banquetas que hay en todas las casas de Orzonaga y en otras muchas de la comarca. Banquetas que serán el recuerdo de este tipo entrañable que falleció pocas semanas antes de cumplir los 97 años, que llevaba más de un mes en el hospital, antes de esta crisis, y donde ha dejado la promesa de unas cuantas banquetas y el recuerdo de un tipo bondadoso, de excelente educación y muy buen carácter, aunque ya se iba dando cuenta de que no podría cumplir su sueño de llegar a los cien años.

Ya hacía semanas que en las carreteras se echaba de menos a Nicasio, siempre respetuoso con las normas y que siempre contaba que cuando fue a renovar el carnet de conducir con 94 años le vieron tan en forma que se lo dieron por tres años: «Aquella señorita me dijo que ‘ya quisieran algunos jóvenes estar como usted’ y yo intenté convencerla de que me lo renovara por cinco años pero me dijo que ya era muy mayor, que ya estaba bien con tres años».

Nicasio García había tenido una intensa vida, fue emigrante primero en Brasil, tres años, y más tarde en Venezuela, donde estuvo casi tres décadas antes de regresar a Orzonaga, la tierra de su mujer pues él era natural del cercano pueblo de Naredo. «Me hice chapista en Brasil, tenía el capricho de serlo en León pero no pudo ser, sólo tuvimos un taller de bicicletas. Después nos fue bien en Venezuela, donde ya estaba mi hermano que se había ido de polizón, pero a base de trabajar mucho, claro».

Se ha ido Nicasio el de Orzonaga. Se fue en medio del silencio que imponen estos días, pero nada evitará que cuando regrese la normalidad en todas las conversaciones se hable del hombre que te daba una banqueta de madera a cambio de un beso con alma de niño.  
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