06/06/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Monta en mi tren con ruedas sin amortiguadores, pasea y disfruta de un León envejecido, carcomido por la soledad de la estética, perdiendo su identidad a golpe de derribo, gris en el interior y seco en el alfoz, con plazas desérticas y sabor ácido-melancólico que 32 viajeras y viajeros «aún sin jubilar» venidos de diferentes colectivos sociales, políticos y sindicales protagonizaron una singular protesta, sosteniendo una letra entre sus manos y asomándose por las ventanillas, se podía leer la frase ‘Ni TTIP ni Ceta’, recorriendo sus entrañables calles preñadas de abultadas grietas en su empedrado a punto de parir la tierra maltratada, un capitán seguro de cumplir con el tiempo establecido pilotaa velocidad de crucero un tren con dos vagones la protesta viajera que recorre por todos los pueblos de Europa, protesta para impedir que se aprueben estos tratados comerciales que solo benefician a las multinacionales con el diseño de unos tribunales privados para defender sus intereses económicos por encima de los derechos humanos, en detrimento de la soberanía de los pueblos, aprovechándose de la despoblación de sus comarcas para convertirlas en extensiones vete tú a saber de qué cultivos transgénicos. Comarcas fantasmas y concejos perdidos, solo en el recuerdo en la memoria de una democracia de un País Leonés en el olvido.

Tratados como el Ceta que limita la capacidad de los gobiernos para regular los servicios públicos y así poder privatizarlos con políticas secuestradas en manos del poder financiero, desprotegiendomás si cabe el sistema de salud público, dañando con pesticidas prohibidos el medio ambiente y desregulando los derechos laborales con más desempleo y peores salarios.

El tren llega al final después de veinte minutos, al mismo sitio desde dónde ha partido ante la mirada ausente de un Gaudí desprevenido, aún estamos a tiempo de parar estos tratados, que nunca pueden estar por encima de la soberanía de los pueblos y de los derechos de sus gentes.
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