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Ni respirar podremos

05/11/2015
 Actualizado a 09/09/2019
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Cada día estamos más perdidos, vamos siguiendo con escrupulosa disciplina las pautas que se nos marcan, pero va a llegar el día en el que respirar también resulte nocivo. Inspire pequeñas dosis de oxígeno, por favor. No lo vaya a hacer con ansia desmedida y dé la equívoca impresión de parecer que disfruta en exceso de la vida.

Durante las tres temporadas que entrené en Los Barrios (Cádiz), me acostumbré desproporcionadamente al jamón ibérico. Lo traían desde Huelva, no necesariamente tenía que ser de Jabugo, bien cerca está Repilado, el pueblo de mi amigo Manolo, que se precia de tener piezas de idéntica calidad. Tal fue el grado de adición que llegué a consumirlo casi a diario, el paladar lo agradeció más que el bolsillo.

En un reciente estudio, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) que cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en un 18%. Miedo me da echar las cuentas.

Bajo el punto de mira queda el jamón, las salchichas, la carne en conserva, la cecina de nuestros amores, así como carne en lata, y las preparaciones y salsas a base de carne. Del mismo modo, el citado análisis señala el consumo de la carne roja como otro de los motivos que incrementan el riesgo de este tipo de cáncer, se refiere a todas las clases de carne muscular de mamíferos, tales como la carne de res, ternera, cerdo, cordero, caballo o cabra.

Ni se me ocurre poner en cuestión el citado estudio, pero llego a la conclusión de que, no tardando, van a tener que darnos un libro de instrucciones. Cada día son más los productos que provocan en nuestro organismo efectos adversos. Otro día habría que hablar sobre los pastos atestados de insecticidas, los diversos productos químicos, las semillas transgénicas; o las hormonas y antibióticos que suministran a los animales.

Como si de una premonición se tratara, mi madre constantemente me decía durante mi adolescencia: «Como no comas verdura, te vas a quedar calvo». Dicho y hecho, no hay quién le lleve la contraria a las madres, ni tan siquiera la genética; aunque esta haya dispuesto lo contrario. Es probable que, de haber nacido 50 años más tarde, ni las verduras hubiesen salvado mi añorado cabello. A pesar de que mi madre opine lo contrario.
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