Imagen Juan María García Campal

Ni nos merecen, ni los merecemos

07/04/2021
 Actualizado a 07/04/2021
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A hora temprana, entre los gorjeos de los pájaros y el murmullo –continuado sí, mas nada confuso, sino bien nítido y sosegador– de las aguas del río Bernesga, leo el segundo, ‘La guerra y la paz’, de los tres estudios de Clement Rosset que, traducidos por Rubén Martín Giráldez fueron publicados el año pasado en la colección ‘Nuevos Cuadernos Anagrama’ titulado ‘El lugar del paraíso’ y, sin voluntad alguna, su lectura me conduce al clima político que se vive hoy en esta España empobrecida y que, lejos de quedar circunscrito a quienes a la actividad política se dedican exprofeso, cotidianamente veo contagiarse instintiva y peligrosamente entre una creciente parte de la ciudadanía, entre una parte creciente de quienes hacen, hacemos la real y humana política con los cotidianos actos y bregas.

Y, ahora, al ponerme a escribir esta colaboración, han vuelto a mí, como en el paseado regreso, estudio y viaje, y me pregunto el porqué de aquel, el porqué de estos involuntarios viajes. Y, así, contada su génesis decido darles mis porqués.

Porque, aun arrancando de «los motivos más frecuentemente representados en los frisos, metopas y frontispicios de los templos griegos de los siglos VI y V» a.n.e., de lo que enseña Rosset en su estudio es de la cualidad positiva de la mesura y su contraria o negativa, la desmesura. ¿No ven esta última, mejor, no echan ustedes de menos a la primera, un mínimo argumento más allá de la frase crispante, incendiaria, hecha para su impensada repetición; más allá de la descalificación del otro cuando no del insulto, en el lenguaje político reinante? ¿Puede que sea yo el único que echa de menos la mesura que dicta la razón, el único que ya se siente harto de tanta arenga dictada por la sinrazón o por la vil razón del interés electoral que dirige sus dardos más a los instintos que a nuestra inteligencia? ¿He de poner ejemplos?

Porque enseña que la desmesura ‘no está tan alejada de lo que hoy llamamos cólera, esa ira que, como recuerda Rosset, Homero hace decir a Aquiles en la Iliada, «se antoja más dulce que la miel en la boca, cuando, en el pecho humano, va creciendo como una humareda». ¿Hacen falta ejemplos? ¿Deseamos, en verdad, aventurarnos a llegar, una vez más, a esa ira enemistaste cuando no fratricida?

¡Qué mediocridad política!, ¿dónde la excelencia?

A cada instante creo más que no nos merecemos estos políticos y que, aún menos, ellos nos merecen a nosotros. A cada instante evoco más a Saramago y su ‘Ensayo sobre la lucidez’.

¡Salud!, y cuiden y cuídense.
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