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Ni me va ni me viene

10/02/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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Explicaciones, pocas y confusas». Es el mejor consejo que me han dado nunca y, claro, no diré ni quién ni cuándo. Las explicaciones raramente pueden solucionar un problema; lo más habitual es que generen otro distinto. En política las explicaciones están precisamente para eso. Óscar Puente, alcalde de Valladolid, quiere rematar el histórico saqueo ejecutado en forma de comunidad autónoma con el robo, como una avariciosa guinda de un avaricioso pastel, de algo que los leoneses creíamos patrimonio exclusivo: el discurso del victimismo. Día tras días matiza y vuelve a matizar sus declaraciones con la intención de agitar un complejo de rancia capitalidad que espera le traiga los votos de aquellos que, como él, confundan también el centralismo con el ombliguismo . Cada día se le ocurre una sandez distinta y, si nadie se molesta en responderle, afirma orgulloso que no se le puede rebatir con datos. Le hace la campaña a la Unión del Pueblo Leonés, partido al que quizá el PSOE, en un escenario no tan hipotético, pudiera necesitar en mayo para poder terminar con cuarenta años de las mismas caras, los mismos gestos... pero pensar que ha llegado a discurrir estrategias tan complejas, sobre todo tan solidarias con su partido, no parece propio de alguien con su incontinencia verbal y digital. Las explicaciones también se convirtieron esta semana en una especie de réplicas en el caso de la senadora del PP Ester Muñoz, que disfruta de un codiciado cargo por esta provincia que sólo visita cada cuatro primaveras. Considerada un soplo de aire fresco en el partido (esta legislatura ha sido compañera de Luis Aznar, tan veterano que ya se le considera una versión política de Jordi Hurtado), la senadora leonesa despejó todas las dudas a quienes pensaban que la juventud es siempre un valor cuando reprochó a la ministra de Justicia que gaste 15 millones de euros en «desenterrar unos huesos». Luego, como temíamos, hubo que soportar sus explicaciones: en realidad no había dicho lo que había dicho y lo que pasó fue que la entendimos todos mal. Nunca quiso faltar al respeto de los muertos sino que se refería al traslado de los restos de Franco, algo que mete mucho ruido pero debe de costar lo mismo que cualquier otro porte funerario. Ávida de protagonizar polémicas, en más de una ocasión el ansia de viralidad le ha llevado a tirar la caña, en ese circo de las redes sociales en el que hay unos pocos malabaristas y muchos payasos, al mayor de ellos: Gabriel Rufián . El pasado verano Ester Muñoz dijo y después matizó y después volvió a explicar y después quiso aclarar que, a sus 33 años, «a mí Franco ni me va ni me viene». Ahora ya tenemos la certeza de que sus víctimas tampoco. Sigue en su puesto, respaldada por el presidente provincial de su partido, virtuoso a su vez en el arte de dar explicaciones. Ella y sus ocurrencias seguramente estarán mejor posicionadas ahora para repetir en el cargo, como le ocurrirá a Óscar Puente con las suyas... Ambos demuestran que uno de los errores más repetidos entre aquellos que se consideran muy listos es suponer que todos los demás somos tontos y que, como a ellos, todo esto ni nos va ni nos viene.
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